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Sin duda, el mueble principal del tabernáculo era el arca del pacto que se ubicaba en el lugar santísimo. Contenía las tablas de la ley y dos querubines la cubrían. Este lugar sagrado era considerado el trono de Dios, el sitio donde moraba su presencia.
Dios había dispuesto que su pueblo siempre iba a vencer en las batallas a las que él los enviara. Esto iba a ocurrir siempre y cuando la nación viviera en el pacto de obediencia. Sin embargo, en esta época de la historia de Israel ese no era el caso. El pueblo se distinguía por su desobediencia. Por lo tanto, se dirigieron al campo de batalla para luchar contra los filisteos sin estar en paz con Dios. El resultado de esa decisión insensata fue la derrota y la muerte de cerca de cuatro mil combatientes israelitas (vers. 2).
Con tal de remediar la situación, al ejército se le ocurrió llevar el arca del pacto al campo de batalla con la creencia de que ese hecho les garantizaría el triunfo. ¡Esta insensata decisión tuvo un enorme precio en la historia nacional! Ese mueble sagrado al cual tenía acceso el sumo sacerdote una vez al año, ahora estaba en manos de los desobedientes hijos de Elí, Ofni y Finees (vers. 4).
La consecuencia en bajas de combatientes fue mayor que en su primer intento de vencer a los filisteos: murieron treinta mil hombres (vers. 10), entre ellos Ofni y Finees. Cuando Elí se enteró de lo ocurrido y cómo el arca del pacto fue retenida por los filisteos, murió por el impacto de la noticia. Ese fue un día de catástrofe nacional.
Este incidente nos enseña que lo más valioso para Dios es nuestra sinceridad y obediencia. De nada sirve utilizar elementos sagrados si lo desobedecemos; de nada sirven los gritos, la algarabía o la emoción por librar nuestras luchas en el supuesto nombre de Dios o para su supuesta gloria si vivimos apartados de él. Esa fue la realidad de Israel, consideraron que el arca era su amuleto (vers. 3); gritaron por el júbilo y por una falsa seguridad infundada al verla acercarse que la tierra retumbó (vers. ¡5), más todo resultó en vano!
En concreto, Dios quiere tu corazón, tu amistad, tu devoción. Esto te garantizará su genuina bendición en cada uno de tus planes y proyectos.