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Adonías

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Adonías, hijo de David y de Haguit, se levantó en armas y dijo que él sería rey. Se hizo de carros de combate, y de caballería, y de una guardia personal de cincuenta hombres» (1 Reyes 1: 5).

Adonías llegó a pensar que por ser (en ese momento) el hijo mayor de David, podía ser el rey de Israel. De cierta forma siguió los mismos pasos de su hermano Absalón. Se valió de su apariencia física, de las armas, del apoyo de Joab y Abiatar, el primero fungía como jefe del ejército, el segundo como sacerdote. Además, se aseguró del apoyo de personas. Adonías sabía que no era el elegido para reinar, el elegido era su hermano Salomón, así que recurrió a la estrategia de organizar un banquete en la que invitó a sus hermanos (excepto Salomón). Pensó que con el apoyo militar, sacerdotal, familiar y popular podía autoproclamarse rey (vers. 5-9). En realidad, Adonías actuó como un oportunista que intentó sacar ventaja de la condición de su padre que estaba en cama por la vejez. Adonías llegó a pensar que su padre carecía de criterio para elegir a su sucesor.

Así como otros personajes de la Biblia que buscaron una bendición o una posición para la cual no estaban llamados, Adonías terminó haciendo un ridículo que al final le costó su vida. Recuerda: nunca actúes como un oportunista ante la desgracia ajena. Nunca te aferres a lo que no te corresponde, si Dios no tiene reservada para ti cierta bendición, no sigas luchando infructuosamente. Mejor, reconoce su voluntad y él te revelará su buen propósito.

A diferencia de la fiesta clandestina, David de inmediato ordenó al sacerdote Sadoc que ungiera a Salomón como rey de Israel con el aceite reservado y consagrado para ese fin. Entonces, hubo un verdadero festival que consistió de música, vítores de la gente y sobre todo, la aprobación divina. La Biblia expresa la reacción de la gente así: «Tocaron el cuerno de carnero, y todo el pueblo gritó: "¡Viva el rey Salomón!" Luego todos lo siguieron, tocando flautas. Era tal su alegría que parecía que la tierra se partía en dos por causa de sus voces» (vers. 39-40).

Mientras tanto, el ruido del festín llegó hasta los oídos de los presentes del banquete de Adonías. En un instante, el «gozo se fue al pozo»: los invitados desaparecieron y Adonías acudió a aferrarse de los cuernos del altar del tabernáculo en un intento por preservar su vida (vers. 50). No le duró mucho la seguridad. Días después, fue abatido por Benaías (2:25).

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