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La decisión de los jóvenes de permanecer de pie fue personal, no dependió de que se pusieran de acuerdo. En el aspecto espiritual y cuando la fe se ve asechada, las decisiones diarias son personales, no dependen del consenso o de lo que exprese la mayoría. A pesar de que aparte de ellos todos se arrodillaron en respuesta a la orden del rey, su fe se mantuvo inquebrantable, pues la fe no depende del estado de ánimo o si las circunstancias que nos rodean son favorables; tampoco de las consecuencias que puedan sobrevenir. La fe es el vínculo de confianza que hemos desarrollado con Dios y que se fortalece en mayor medida en tiempos apacibles. Las variables en la vida demuestran nuestro apego a Dios.
Por otra parte, la fe es sustentada por las promesas bíblicas, no depende del razonamiento humano o de una explicación magistral. El apóstol Pablo escribió con certeza: «Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios» (Romanos 8: 38). Cuando hemos cultivado una amistad con Dios, descubrimos que ese vínculo se torna indestructible, de tal manera que tal relación no se desvanece por alguna amenaza, no se cohíbe por una multitud, ni se deja influenciar o desviar por algún evento mediático o manipulador.
Esta fue la experiencia de los tres jóvenes. Desde su niñez aprendieron los Diez Mandamientos: «No tengas otros dioses aparte de mí [...] No te inclines delante de ellos ni les rindas culto» (Éxodo 20: 3, 5). Ahora estaban preparados para la prueba. Resueltamente, declararon ante el rey su confianza y más aún, su disposición a morir si Dios tenía previsto no intervenir. Su respuesta casi enloqueció al rey que se creyó con el derecho de imponer cómo debía adorar cada persona.
Lo cierto es que Jesús apareció en el horno de fuego y los libró milagrosamente, lo que asombró al rey; así que, el evento destinado a exaltar una forma de adoración humana se convirtió en el evento que todos recordarían por el cuarto personaje que en el horno caminaba y conversaba con los jóvenes. Al regresar a sus hogares, ninguno de los asistentes hablaría de la grandeza del rey, la estatua o el evento, sino del Dios verdadero.