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Amor de padre

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Cuando el pueblo de Israel era niño, yo lo amaba; a él, que era mi hijo, lo llamé de Egipto» (Oseas 11: 1).

El profeta compara la relación que Dios quiere tener contigo con la relación de un padre amoroso con su hijo. El ejemplo es la relación histórica de Dios con la nación de Israel. Dios sacó a Israel de Egipto milagrosamente, no porque fuera mejor, más fuerte o poderoso que otras. naciones, sino por su amor e iniciativa. No había nada en Israel que lo hiciera más deseable a los ojos de Dios. Israel fue elegido para ser salvo. Dios sacó a la gente de la esclavitud, de un entorno idolátrico a una tierra fértil; asimismo, para que se gozara en adorarlo. Aunque en su naturaleza fueron rebeldes, Dios los siguió amando y los adoptó como una extensión de la familia celestial aquí en la tierra.

En el trayecto por el desierto, Dios los guio. Aun así, su alejamiento de él lo compara el profeta a un niño que está aprendiendo a caminar; su padre no lo castiga, sino que pacientemente lo toma de sus pequeños brazos las veces necesarias hasta que pueda caminar por sí mismo. Dios les dio de comer, los llevó unidos a su pecho y siempre los atraía con cuerdas de amor (vers. 3-4). Los guio como a hijos y no como animalitos; los atrajo con amor y no con riendas.

En consecuencia, nadie se ha ganado ese bondadoso trato de Dios, pues nadie lo merece ni por nacimiento, ni por la obediencia. El amor divino es un regalo y siempre lo será, no importa lo bueno que hagas o dejes de hacer. El amor de Dios es más grande que cualquier error que pudieras haber cometido o que vayas a cometer; si acudes a él, te recibirá como el padre amoroso porque su amor es permanente e inalterable.

Los hechos asombrosos que rodearon la salida de Israel de Egipto son hechos que solo él podía concretar. Israel solo debía avanzar. Nada podían hacer para cruzar el Mar Rojo, sobrevivir en el desierto o vencer a los ejércitos enemigos. Esta liberación es la gran evidencia del amor y poder de Dios en el Antiguo Testamento. Por otra parte, la gran muestra de este poder en el Nuevo Testamento es la muerte de Jesús en la cruz. Así como Israel, nada podemos efectuar para obtener algún mérito delante de Dios, para el perdón de nuestros pecados o para tener acceso al reino de los cielos. Ante esta maravillosa realidad podemos alabar a Dios por su generosidad y misericordia.

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