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La enemistad entre Edom e Israel se remonta a siglos antes de que Abdías escribiera. Mientras Israel peregrinaba a Egipto, solicitó permiso a Edom para atravesar su territorio con la aclaración de no comer ninguno de sus productos ni beber agua de sus pozos, pero Edom no se los permitió; más bien, los amenazaron que si se atrevían a cruzar su territorio saldrían armados contra ellos (Números 20: 17-18). Así que Israel tuvo que rodear su territorio. No obstante, Dios le indicó a Israel: «No deben despreciar a los edomitas, porque son parientes de ustedes» (Deuteronomio 23: 7). Posteriormente, los edomitas se opusieron al reinado de Saúl, pelearon en contra de Josafat y por último se rebelaron contra Joram (2 Crónicas 21: 16-17). Si bien este pasaje no menciona a Edom, lo cierto es que el versículo 8 dice: «Durante el reinado de Joram, Edom se rebeló contra el dominio de Judá y nombró su propio rey».
Dios juzgó a Edom porque su orgullo lo llevó no solo a menospreciar Israel, también a alegrarse de su caída al extremo de contribuir con los enemigos de Israel, al perseguir a los israelitas que huían, matar a muchos y saquear sus ciudades (Abdías 1: 12-14). Tales acciones ocurrieron alrededor del año 845 a. C., cuando los filisteos y los árabes se aliaron para atacar a Israel siendo Joram rey de Judá. Más adelante, el profeta Ezequiel confirma la caída de Edom y la causa: «Tú has sido eterno enemigo de los israelitas, y les hiciste la guerra cuando ellos recibían el castigo final por sus pecados» (35: 5).
Dios visualizaba la relación ideal entre Israel y Edom como naciones hermanas, debido a que descendían de Jacob y Esaú. En un momento de su vida ellos se enemistaron, pero se reconciliaron. Desafortunadamente, no ocurrió lo mismo con los descendientes de Esaú que guardaron rencor contra los israelitas. En esencia, Dios los castigó por haberse alegrado de ver a su hermano en desgracia, en la ruina y por burlarse de su angustia (Abdías 1: 12). Conducta impropia para un hermano sanguíneo o hermano en la fe. Más que actos específicos, la desgracia de Edom sobrevino a causa de un corazón lleno de sentimientos negativos como la ira, el rencor y la amargura.
Por su parte, Pablo asegura que el amor genuino se caracteriza porque no se goza de la injusticia, sino de la verdad (1 Corintios 13: 6).