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Miqueas anticipa que el pueblo de Dios va a cumplir con las tres condiciones de una religión práctica. Por lo cual, contempla un futuro alentador caracterizado por la libertad, la restauración, la reconciliación y el perdón. El profeta compara el retorno del cautiverio de su pueblo como la salida triunfal de Egipto gracias a la intervención divina: «<Hazles ver maravillas, como en los días en que los sacaste de Egipto» (vers. 15). En efecto, el pueblo nunca hubiera obtenido libertad de los egipcios ni por
su fuerza o sus recursos. Debido a que gran parte del contenido de este libro profético anticipa el cautiverio, y a pesar de que aún no eran llevados cautivos, Dios se anticipa garantizándoles que volverían. Ese regreso sería gracias a la manifestación divina. La base del regreso sería la renovación del pacto con Dios que conlleva la reconciliación y el perdón de los pecados de cada persona. En ocasión de la salida de Egipto, los enemigos de Israel eran los soldados que conformaban el ejército egipcio y persiguieron a Israel hasta el Mar Rojo; entonces Dios intervino: abrió las aguas y el pueblo cruzó en seco, pero cuando los soldados intentaron cruzar todos murieron en el intento. Ahora, el profeta plantea un nuevo enemigo de Israel: el pecado. Así como Israel no podía librarse de los egipcios, ni en los días del profeta ni en los nuestros podemos despojarnos de pecado por nosotros mismos. Siempre es Dios quien interviene.
Miqueas destaca la iniciativa divina como una característica de su misericordia gracias a su pacto con Abraham. De esta manera enfatiza el punto crucial de su petición a Dios, la cual sabe que responderá a favor de todos los creyentes de cualquier época: «Arroja nuestros pecados a las profundidades del mar» (vers. 19). En esencia, lo mismo que ocurrió con el ejército egipcio, ocurrirá con cada uno de nuestros pecados y debilidades. ¡Nuestros pecados quedarán en la profundidad del mar! Esta buena noticia implica libertad. Una ilustración de cuán absoluto y decisivo es el perdón que Dios nos concede.
Del lado de Cristo somos triunfadores. No se trata de un eslogan propagandístico, es la realidad demostrada gracias a su vida victoriosa en esta tierra, su muerte en nuestro lugar y su resurrección a nuestro favor.