Regresar

Un futuro alentador

Play/Pause Stop
El Señor afirma: "Yo seré como una muralla de fuego alrededor de Jerusalén, y en medio de la ciudad mostraré mi gloria"» (Zacarías 2:5).

Zacarías 2 inicia con una visión respecto a un hombre que lleva en su mano una cinta de medir. Su propósito es delimitar la ciudad para saber dónde debe ir la muralla que les proporcione seguridad a sus moradores. De repente, otro personaje aparece con la siguiente indicación: «Jerusalén va a ser de nuevo habitada, y serán tantos sus habitantes y ganados que no podrá tener murallas» (vers. 4). El mensaje es una buena noticia, ya que conlleva la idea que el pueblo de Dios sería innumerable y ningún límite geográfico podría contenerlo; además, se anticipa una prosperidad, pues el ganado también sería abundante. ¿Pero una ciudad sin murallas? En aquella época, la sola idea era absurda debido a los riesgos que implicaba.

Lo cierto es que el autor le atribuye a esta profecía un significado de mayor alcance que solo la ciudad de Jerusalén. Igualmente, sus habitantes no se limitan solo a una nación en especial. En realidad, el mensaje se refiere a cómo será la Tierra Nueva. Entonces no habrá necesidad de murallas, alarmas, perros guardianes ni múltiples candados. Además, la tierra será habitada por personas de todas las naciones: «Cuando esto suceda, muchas naciones se unirán al Señor. Y él dirá: "También estas naciones serán pueblo mío. Y yo viviré entonces entre ustedes"» (vers. 11). San Juan reafirma ambas ideas en Apocalipsis: «La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la alumbra el resplandor de Dios, y su lámpara es el Cordero. Las naciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes del mundo le entregarán sus riquezas» (21: 23-24). Habrá puertas, pero estas nunca se cerrarán (vers. 25).

La buena noticia es que desde ahora puedes asegurarte tu ciudadanía en tal lugar. El apóstol Pablo presentó a la perfección que todos los que tienen fe en Dios como Abraham se convierten en sus descendientes, asimismo, en ciudadanos de la Jerusalén celestial. Se refirió a Jerusalén como la ciudad de la libertad: «La Jerusalén celestial es libre, y nosotros somos hijos suyos» (Gálatas 4: 26). Libertad de atropellos e injusticias; con la presencia de Dios tenemos desde ahora la seguridad que en la Tierra Nueva, el pecado y sus consecuencias nunca más se presentarán.

Matutina para Android