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El Rey sobre el burro

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¡Alégrate mucho, ciudad de Sión! ¡Canta de alegría, ciudad de Jerusalén! Tu rey viene a ti, justo y victorioso, pero humilde, montado en un burro, en un burrito, cría de una burra» (Zacarías 9:9).

Que un rey entre a conquistar una ciudad no era una experiencia agradable para sus habitantes. La gente corría atemorizada, pues este venía montado en un caballo acompañado de un ejército dispuesto a destruir a quien se resistiera. Pero este rey es diferente, es justo, salvador, humilde y cabalga sobre un asno. La justicia la podemos entender como la cualidad primordial que imperaría en Jerusalén; la salvación es algo que ofrece a sus moradores, sobre todo, salvarlos de las amenazas de conquistas futuras; la humildad implica el espíritu de servicio; por último, que entrara cabalgando en un burro transmite la idea que viene a impartir paz.

Una atinada descripción profética de lo que Jesús cumplió quinientos años después. Aquel día Jesús llamó la atención de la ciudadanía mientras triunfalmente entró a Jerusalén. Entonces nadie se escondió, por lo contrario, la gente se aglutinó a su alrededor, se despojaron de sus túnicas para que el burro avanzara encima de ellas; la gente tomó ramas de los árboles para aclamarlo, y al llegar al templo los niños cantaban: «¡Hosana al Hijo del rey David!» (Mateo 21:15).

¡Sin embargo, Jesús sabía que muchas voces que ese día lo alabaron, cambiarían solo en cinco días por el grito i Crucifícale! ¡Crucifícale! Jesús, que todo lo conoce, sabía quienes solo lo adulaban para obtener un beneficio material. Entonces ocurrió lo inusitado, el rey lloró: «Cuando llegó cerca de Jerusalén, al ver la ciudad, Jesús lloró por ella, diciendo: "¡Si en este día tú también entendieras lo que puede darte paz! Pero ahora eso te está escondido y no puedes verlo» (Lucas 19: 41-42).

Hoy, Jesús desea que anheles pertenecer a su reino el cual se distinguirá con las mismas cualidades que se proponía establecer en Jerusalén: justicia, salvación, servicio y paz. Pronto Jesús descenderá con poder montado sobre un caballo blanco, vendrá como guerrero para destruir a sus oponentes, pero como rey para rescatar a quienes lo reconocieron como tal en sus vidas (Apocalipsis 19: 11-16). Entonces, los salvados con palmas en sus manos, en un mosaico de diversidad de culturas, lenguas y naciones expresarán al unísono: «¡La salvación se debe a nuestro Dios!»> (7:10).

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