|
Es imposible que, con una mente limitada como la nuestra, podamos entender todos los aspectos que tienen que ver con un Dios ilimitado. Así que, no tienes que sentir que algo anda mal contigo si ciertas cosas continúan siendo un misterio para ti en lo relacionado con la religión. Esto sucede porque te estás asomando a un vasto océano, imposible de ser abarcado siquiera con la mirada.
Aun así, Dios es tan bueno y comprensivo que ha tenido la gentileza de autorrevelarse a nosotros, de manera que podamos contar con la información que necesitamos para confiar en él, amarlo y desarrollar la fe suficiente como para entregarle nuestra vida. Entonces, si deseamos conocer a Dios, lo que debemos hacer es seguir la pista de la información que él nos ha dejado, entenderla y aplicarla, sin preocuparnos por los aspectos que no nos hayan sido revelados (lee Deut. 29:29).
El texto de hoy es un ejemplo de lo que aprendemos de Dios a través de su Palabra: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra” (Gén. 1:1). Estas son las primeras palabras de la Biblia; como ves, las Sagradas Escrituras establecen desde su mismo comienzo el hecho de que Dios es el Creador de todo lo que existe. He ahí el primer retrato de Dios, una primera ventana a la que asomarnos para descubrir quién es él. ¿Qué puede enseñarnos de Dios esta revelación inicial?
En primer lugar, si Dios es el Creador, entonces es único, inigualable e incomparable. No existe otro como él, porque nadie ha hecho ni puede hacer lo que él hizo. Por eso Dios merece tener un lugar único en tu vida también; merece estar primero que todo lo demás, porque solo él es el Creador. En segundo lugar, si Dios es el Creador entonces no necesita nada ni nadie para existir, porque ya existía antes de todo lo que conocemos. Es decir, tenemos un Dios autosuficiente; su interés por nosotros no es cuestión de necesidad suya, sino de puro amor. Si pide algo no es para cubrir alguna necesidad propia, sino por nuestro bienestar (de nuevo, por puro amor). En tercer lugar, si Dios es el Creador, nadie te conoce, te ama ni está dispuesto a ayudarte como él, porque eres su criatura, la obra de sus manos.
Dios, el Creador, merece que hoy le digamos a alguien lo grande e incomparable que es. Todos deben saber cuán enorme privilegio tienen de ser sus hijos. ¿Lo harás?