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UN DIOS QUE SE IDENTIFICA CON SUS HIJOS

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“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó” (Génesis 1:27).

El retrato de Dios que nos llega a través del texto de hoy es el de un Padre que desea que sus hijos se parezcan a él. No necesitamos dedicar todo el tiempo que dedican los teólogos a debatir qué es exactamente la imagen de Dios para captar este hecho simple: Dios nos creó de una forma única, para que fuéramos diferentes de todas las demás criaturas. Dios decidió que nos pareciéramos a él, que fuera fácil identificarnos con él, que cualquiera que nos viera se diera cuenta de que venimos de él. Cuando nos creó, Dios deseó y determinó que seamos como él. 

 

Si Dios nos creó a su imagen, resulta evidente que tenía planes de mantener una relación con nosotros más allá del momento de la creación. Esto hecha por tierra la idea de quienes creen que sí, que Dios creó el mundo y a los humanos, pero los abandonó a su suerte y ya no está pendiente de ellos. De igual manera, este retrato de hoy mostrado por Génesis 1:27 nos ayuda a entender por qué Dios tiene interés en nuestras vidas y continúa buscándonos a pesar de nuestro problema de pecado y de nuestra falta de interés por él: Dios simplemente está buscando algo que es suyo. 

 

Es muy claro que hemos sido creados para tener una relación especial con Dios. Si algo distingue la creación de los seres humanos es el hecho de que hemos sido diseñados para relacionarnos con nuestro Creador en una forma en que ninguna otra criatura es capaz de hacerlo. Esto significa que la vida sin Dios es antinatural, anormal y, por lo tanto, vacía, con ausencia de significado y realmente sin futuro ni esperanza. 

 

Probablemente, la más conmovedora revelación de Dios que nos llega en este versículo es el inmenso amor que siente por nosotros. No hay duda, Dios te ama, se deleita en ti, le gusta verte, le encanta ver el parecido que tienes con él, y se siente feliz cuando logras identificar que eres su hijo o su hija. Así lo planeó, así lo quiso, y lo llevó a la práctica cuando nos dio su imagen. 

 

Desde el principio, Dios nos marcó como a ninguna otra cosa creada. Nos escogió para que nunca se borren de este mundo su imagen, su carácter ni su amor. 

¡Él espera que esa imagen se vea en ti y en mí!

 

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