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EL DIOS QUE RESPETA NUESTRA LIBERTAD

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“Y Dios el Señor mandó al hombre: ‘Puedes comer de todo árbol del huerto’ ” (Génesis 2:16).

El texto de hoy nos ayuda a entender que Dios nos creó como seres libres, por lo que él queda retratado aquí como el Dios que respeta la libertad que decidió darnos. Todo esto es producto del amor. Siendo que la creación es obra del amor, la creación de seres racionales implicaba hacerlos moralmente libres, porque el amor no puede imponerse, no puede forzarse ni exigirse; el amor solo existe en un ambiente de plena libertad. 

Por eso Dios nos creó con la capacidad de elección, y nos dio libertad para hacer uso de esa capacidad. Es precisamente el libre albedrío lo que nos diferencia de los seres no racionales de la creación, y es además la esencia de nuestra dignidad como seres humanos. 

Es cierto que la libertad tiene los límites que le imponen las consecuencias, por eso Dios, aunque respetó la libertad de nuestros primeros padres, al mismo tiempo les ordenó que no comieran de determinado árbol, porque sabía lo que ocurriría si lo hacían (ciertamente, morirían; lee Gén. 2:17). En ambos casos queda retratado el amor con el que Dios trata a sus criaturas. 

Supongo que te agrada la idea de servir a un Dios que te trata como a una persona que tiene dignidad y capacidad de elección, y que, por tanto, no te obliga, sino que respeta tu libertad. Impresiona pensar que Dios, con el poder ilimitado que tiene y su infinita sabiduría, pueda tener al mismo tiempo la humildad de permitir que tomemos nuestras propias decisiones. Más de una vez, podemos llegar a sentir que no se nos respeta ni se nos valora, y que otros piensan que pueden tomar decisiones por nosotros sin contar con nuestra opinión. Así somos los seres humanos a veces; pero así no es Dios. 

 Con Dios nunca nos sentimos como ciudadanos de segunda o tercera clase, porque su amor produce un trato hacia nosotros que se distingue por el respeto, la dignidad y la libertad. Por lo mismo, también podemos tener la certeza de que sus planes para nosotros son buenos y nos aseguran un futuro glorioso y lleno de esperanza. Por supuesto que un Dios así merece ser tratado con amor, respeto y obediencia. 

Nadie nos ha valorado tanto como lo hace Dios; nadie nos ha tratado con un amor como el que nos tiene Dios, quien nos ama aún en esos momentos en que no hemos escogido servirlo ni obedecerlo.

 

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