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UN DIOS QUE VA HASTA LA CAUSA

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“¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’?” (Lucas 5:23).

Si alguna vez has tenido sarampión, entonces sabes que, además del malestar que produce el tener la enfermedad, también está la odiosa dermatosis que inevitablemente la acompaña. En una situación así, ¿qué puede preocuparte más, el malestar causado por el virus o las manchas y erupciones que están por todas partes? Si te preocupa tu apariencia, puedes tratar de cubrir las erupciones cutáneas con algo de maquillaje, pero eso no hará que desaparezcan porque no estás atacando la causa que las origina. Si te preocupa tu salud, entonces puedes atacar el virus con medicamentos; el malestar va a desaparecer y también se irán todas las marcas de la piel. 


En la vida espiritual también hay causas y efectos, y en el texto de hoy estamos viendo un retrato de Dios que lo muestra más centrado en las causas de nuestra situación espiritual que en los efectos que puedan verse. Por eso, el día que le llevaron a un hombre que estaba paralítico, lo primero que Jesús le dijo fue: “Tus pecados te son perdonados”. Dios sabe que la causa de todas nuestras desgracias es el pecado. Esa es nuestra peor enfermedad y la que origina todas las demás. 

Dios sabe que hasta que no se resuelva en nosotros el problema del pecado no se ha resuelto el problema. Todo lo demás es un subproducto de esto, y Dios quiere que sepamos que él está obrando para resolver en nosotros esa situación. 

Pero a los fariseos no les impresionó que Jesús perdonara los pecados de aquel hombre; más bien, pensaron que estaba blasfemando y que él no tenía el poder para perdonar pecados. Entonces Jesús, reconociendo esa tendencia nuestra a estar más enfocados en los efectos que en las causas, hizo el milagro de levantar al paralítico, para enseñar a todos los presentes (y a nosotros hoy) que Dios tiene poder para ambas cosas, ayudándolos así a creer a pesar de su débil fe, que necesitaba una evidencia palpable. 

Ese día, Jesús nos enseñó estas dos cosas acerca de Dios: 1) que tiene poder para revertir los daños que nos ha causado el pecado, pero que está obrando en algo que es más importante aún que eso: en destruir para siempre el pecado; 2) que podemos ir a Dios buscando ciertas cosas que queremos obtener o recibir, pero lo primero que él quiere darnos es la salvación del pecado y de la muerte.

 

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