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Este retrato fue tomado en un día ordinario y en una escena cotidiana que se produjo en la casa de unos amigos de Jesús. Llega hasta nosotros gracias a dos hermanas, Marta y María, que protagonizaron una situación más común de lo que solemos pensar.
No sabemos si el interés de Marta era llamar la atención hacia ella, o si realmente necesitaba ayuda para quedar bien con los invitados, pero lo cierto es que María estaba sentada escuchando a Jesús, aprendiendo de él, mientras su hermana se desdoblaba para que todo en la cocina estuviera listo. Ahí vino el reclamo de Marta: “Señor, ¿no te importa que mi hermana esté sin hacer nada, escuchándote, mientras yo me mato trabajando?” La pregunta era delicada, porque Marta no argumentó para demostrar que necesitaba ayuda, sino que hizo saber que estaba molesta con su hermana y con Jesús. Con la primera, por aprovechada; con el segundo, por permitir tal abuso. Ahora Jesús tendría que dar una respuesta que dejara en claro lo que pensaba de las dos actitudes, y cuál de las dos hermanas estaba en lo correcto. ¡Y vaya si lo hizo!
En cuanto a la actitud de Marta, le hizo saber que estaba afanada y turbada con muchas cosas. Ese tipo de afán es un círculo vicioso en el que muchos caemos: ponemos tantas cosas en nuestra cabeza que nos estresamos y entonces pasan al frente emociones incómodas. El resultado es la pérdida de la paz interior, un temperamento descontrolado, palabras con potencial para ofender y el desarrollo del mal hábito de compararse con los demás.
De María, Jesús dijo que había escogido la buena parte. Fíjate que no dijo que María era mejor que Marta, sino que María escogió la buena parte: dar a Dios el primer lugar, buscar primero lo espiritual y considerar como el más alto privilegio pasar tiempo con Jesús.
Y en cuanto a su opinión personal sobre la situación, Jesús dijo dos cosas: “Marta, lo que haces es importante y valioso, pero no es algo de lo que dependa la vida. Lo que María hace es necesario y esencial; sin eso, nada funciona bien. Aunque te molestes conmigo, no le diré a María que se aleje de mí para ayudarte a ti, porque creo que eres tú quien debería estar aquí en este momento. No desaproveches nunca la oportunidad de estar conmigo y aprender de mí”. Más claro ni el agua: primero lo primero.