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Cuando vislumbramos el cuadro completo de las enseñanzas de Cristo recogidas en los Evangelios, nos damos cuenta de que apuntan a un desenlace inevitable: su Segunda Venida en gloria. En su primera venida, Jesús vino a sellar la salvación de todos los que aceptaran su oferta de vida eterna; en su segunda venida, vendrá para reunir a todos los que han aceptado esa salvación, de todas las edades y todos los lugares del mundo, y entregarles el Reino. Saber que nuestro Dios regresará debería ejercer una influencia decisiva en la forma en que vivimos mientras lo esperamos. El problema está cuando no le damos a esta realidad la importancia que debe tener para un creyente, y actuamos como el mayordomo infiel, que pensando que su señor tardaría en volver se dio a la comida y a la bebida, es decir, a los placeres de este mundo (lee Luc. 12:45).
Jesús nos dice: “¡Dichosos los siervos a quienes el Señor encuentre velando cuando él vuelva!” (vers. 37). ¿Qué es velar? Velar es vivir como anteriormente el mismo Jesús venía señalando: evitando la hipocresía de los fariseos; no avergonzándonos de confesarlo a él delante de los hombres; teniendo cuidado de no caer en el problema de la avaricia; asegurándonos de que nuestros tesoros los estamos haciendo en el Cielo, y no en esta Tierra transitoria; sintiéndonos confiados y sin temor porque estamos seguros de nuestra salvación en Cristo; echando toda angustia y ansiedad a los pies de él, para que nos dé paz y nos permita mantenernos vigilantes ante el regreso de nuestro Señor, que nos llevará a vivir con él. Jesús regresará. Saber este hecho debe llevarnos a actuar en consecuencia: preparándonos para ese Reino que él tiene reservado para todos nosotros.
Dios se retrata como el Dios que volverá a buscarnos para llevarnos con él. ¿Por qué desea mostrarnos esta realidad? Porque quiere que la tengamos siempre presente. Quiere que nos preparemos para ese gran día, de tal manera que lo esperemos y lo recibamos como aguarda y recibe un mayordomo a su señor que regresa. Aun cuando la venida de Cristo es un tema que pareciera pertenecer al futuro, no hay nada que haga más presente a Dios en la vida de sus hijos que el hecho de saber que pronto volverá. Por eso el Dios que regresará es el Dios del presente y del futuro, de la expectativa y la seguridad, y del cristiano militante que pronto será triunfante.