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El Espíritu Santo nos ayuda a comprender la naturaleza de Dios porque él es Dios, y “solamente el Espíritu de Dios sabe lo que hay en Dios” (1 Cor. 2:11, DHH). Ningún ser humano puede llegar a entender quién es Dios a menos que Dios mismo se lo revele, ayudándolo a vislumbrar las verdades espirituales que no puede captar a través de los sentidos (la vista o el oído). Fuera del Espíritu Santo, no existe otro recurso ni otro método que nos permita entender al Ser infinito. Es el Espíritu quien nos ayuda a encontrar, en Dios, sentido y propósito a la existencia; a vivir, en Dios, con fe; y a ser capaces de someternos voluntariamente a la dirección divina.
Gracias al Espíritu podemos comprender algo de la forma en que Dios actúa, o de lo que podríamos llamar “los caminos de Dios”. Nosotros necesitamos esta ayuda, porque los caminos de Dios no son nuestros caminos; sus pensamientos no son nuestros pensamientos. Todo lo suyo es infinitamente más elevado que lo nuestro. No son pocos los que, ignorando los planes de Dios para su vida o su ministerio, terminan declarando lo que suponen que es el propósito divino, cuando no es más que una declaración de sus propios planes y deseos. No es posible que, siguiendo un plan personal, lleguemos a entender los propósitos de un Ser que conoce el futuro, que no ignora nada del pasado y que además es todopoderoso. Por eso, en su misericordia, nos revela sus intenciones por medio del Espíritu Santo.
Para poder relacionarnos con otras personas, necesitamos comprender cómo actuamos los seres humanos. Muchos matrimonios, amistades y relaciones laborales se tensan o se rompen por falta de comprensión entre las partes. A veces, hasta nuestros seres más cercanos hacen algo que nos deja preguntándonos: “¿Qué estará pensando? ¿Por qué actúa de esa forma?” Pues bien, conocedor de este rasgo de nuestra naturaleza, Dios se nos da a conocer para que podamos comprenderlo y tener con él una relación que no se rompa, sino que se profundice con el tiempo.
Por nuestros propios medios, nunca descubriríamos los propósitos ni las intenciones de Dios, pero Dios desciende a nuestro nivel y nos los revela. Que en este día seas bienaventurado al mantener tal relación de amor con Dios que te permita recibir su autorrevelación.