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DIOS ES BUENO

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“Dios mío, tú eres bueno y siempre actúas con justicia” (Salmo 25:8, TLA).

La palabra “bueno” se ha ido desvirtuando con el tiempo. Así, hoy en día llamamos “bueno/a” a cosas que son clara y abiertamente malas. Por ejemplo, ves que alguien dice “¡Qué comida tan buena!”, aunque a todas luces es dañina; o los papás decimos que nuestros hijos son “buenos”, aunque observamos cada día su egoísmo y su orgullo. Y así, podríamos elaborar una larga lista de cosas que nos parecen “buenas” pero que, en realidad, son malas. 

No quiero que, tras leer este primer párrafo de la reflexión de hoy, te desanimes, sino todo lo contrario. Vengo a decirte que lo bueno, lo bueno de verdad, sí existe, y es una Persona. Y lo mejor de todo es que no lo digo yo, lo dice la Biblia. El único realmente bueno es Dios. Toda bondad viene de él, se origina en él (lee Gál. 5:22). Por falta de conocimiento de Dios y de comunión con él es que llamamos a menudo “bueno” a lo malo. 

Ahora bien, que Dios sea bueno no significa que todo lo que haga nos guste. Como adultos, no podemos cometer el error que cometen los niños, para quienes papá solo es bueno si les da lo que le piden y les concede lo que desean. En el caso de nuestro Padre celestial, su bondad no se muestra en sí complace o no nuestras peticiones. Dios es bueno porque, aunque nos sucedan cosas que no nos gusten o no nos conceda lo que le pedimos, todo lo que él hace está motivado por el amor y es siempre para nuestro bien (lee Rom. 8:28). 

Dios es bueno y nos trata con bondad incluso en los momentos en que nos parece que nos trata con dureza. Nos cuesta creerlo, pero la bondad de Dios va asociada a su rectitud. De hecho, una persona que no sea recta y justa no puede ser buena. La bondad de Dios nos garantiza su imparcialidad, nos asegura que todos tenemos el mismo acceso a él y que recibiremos la misma misericordia, el mismo perdón, el mismo amor. Porque Dios es bueno podemos hablar de una oportunidad de salvación para nosotros, porque fue esa bondad la que impulsó su plan de rescate en nuestro favor. 

Uno de los aspectos cruciales de la bondad de Dios es que esa bondad es lo que nos guía al arrepentimiento: “¿Tienes en poco las riquezas de su bondad, tolerancia y paciencia, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento?” (Rom. 2:4, LBLA).

 

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