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UN DIOS FIEL

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“Porque la palabra del Señor es recta, él es fiel en todo lo que hace” (Salmo 33:4).

Las referencias a la fidelidad de Dios son constantes en las Sagradas Escrituras. 

La fidelidad no es una actitud o un comportamiento que Dios asume en determinadas circunstancias o con ciertas personas, sino que forma parte de la esencia misma del carácter divino. La Biblia dice claramente que “el Señor es fiel” (2 (2 -Tes. 3:3). Todo lo que Dios hace, dice o promete lleva el sello de su fidelidad; todos sus atributos se manifiestan en su esencia de amor, santidad y fidelidad. 

Contemplar el retrato de Dios como un ser fiel tiene importantes implicaciones para nosotros. En primer lugar, nos da la certeza de que él nunca cambiará, de que siempre será como es, porque ese es su carácter: amoroso, santo, perdonador, verdadero… fiel. La Palabra dice que en él “no hay mudanza ni sombra de variación” (Sant. 1:17). Es por completo inconcebible que el Dios de la Biblia esté sujeto a cambios caprichosos de humor, de sentimientos o de ideas, como lo estaban los dioses paganos, a los que había que apaciguar. Nuestro Dios “es el mismo ayer, hoy y por los siglos” (Heb. 13:8). 

En segundo lugar, la fidelidad de Dios nos garantiza el cumplimiento de cada una de sus promesas. Si bien los seres humanos prometemos cosas que a veces no cumplimos porque hacerlo podría ir en contra de nuestros intereses personales, Dios no es así. “Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para volverse atrás. Cuando él dice algo, lo realiza. Cuando promete algo, lo cumple” (Núm. 23:19). Dicen los eruditos que hay más de siete mil promesas divinas en la Biblia, y es maravilloso tener la seguridad de que todas son fieles y se cumplirán. “Porque todas las promesas de Dios son ‘sí’ en él. Por eso decimos ‘amén’ en él, para gloria de Dios” (2 Cor. 1:20). 

Finalmente, la fidelidad de Dios es también su buena voluntad para las relaciones humanas. Fuimos creados a imagen de Dios y, por tanto, somos llamados a reflejar su carácter. La fidelidad sella las relaciones entre Dios y los hombres, pero también debe sellar las relaciones de los hombres entre sí. Porque Dios es fiel, nosotros debemos serlo también. 

Tu fidelidad le agrada tanto a Dios, que te hace esta promesa: “¡Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida!” (Apoc. 2:10). ¿Qué decides? ¿Serás fiel al Dios cuya obra ha sido toda hecha con fidelidad?

 

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