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Es triste pensar que, a lo largo de la historia, han existido personas que han creído la idea de que Dios acusa a sus hijos y los deja abandonados a su suerte. La Biblia enseña que el acusador es otro, y no Dios. Nuestro Dios, por el contrario, nos defiende y se mantiene alrededor de nosotros para impedir que algún peligro nos destruya. ¿De qué nos defiende Dios?
En primer lugar, de nuestro principal adversario, Satanás, que, según la Biblia, “anda como león rugiente buscando a quien devorar” (1 Ped. 5:8). Esto significa que Dios nos defiende de todos los ataques de los demonios, de sus tentaciones y de toda trampa que intentan tendernos.
En segundo lugar, Dios nos defiende de la maldad de otros seres humanos. Aun cuando salimos cada día de nuestras casas encomendados a Dios en oración, y aun cuando hacemos nuestro mejor esfuerzo para llevarnos bien con los demás, podemos enfrentar el enojo, el resentimiento, el menosprecio, la burla, e incluso ataques físicos, por parte de otros. En realidad, todo esto no tiene nada que ver con nosotros, sino con conceptos y maneras de pensar que la gente tiene y que condicionan su actuación. Así, cada día salen a la calle personas con planes perversos y corazones llenos de maldad; cada día muchos mueren o son atracados; cada día personas que están bajo los efectos de las drogas o del alcohol suben a su vehículo y causan miles de muertos; cada día alguien se siente frustrado o agresivo y la paga con nosotros. No podemos verlo, no podemos llevar un registro de las veces que, durante nuestra vida, salimos de casa y regresamos sanos y salvos solo por el hecho de que los ángeles de Dios, y el mismo Ángel de Jehová, que es Jesús, acampan alrededor de nosotros, los que tememos a Dios, y nos defienden.
En tercer lugar, Dios nos defiende de nuestro yo, corrompido por el pecado e inclinado a las cosas que desagradan a Dios. A través de su Espíritu, el Señor contiende con nosotros para borrar de nuestra mente malos pensamientos, planes indebidos y sentimientos negativos. Si Dios nos dejara a nuestra suerte, nos autodestruiríamos. Pero los ángeles de Dios están ahí. Dios lo hace todo para ayudarnos, de tal modo que nada ni nadie impida nuestra salvación. Saber que hay ángeles enviados por Dios para que nos protejan y para que velen por nuestro bienestar, es una de las verdades bíblicas que más seguridad nos dan.