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Aun cuando el Padrenuestro nos dice que somos hijos del Dios Altísimo; aun cuando sabemos que él nos santifica y por su poder podemos llegar a ser santos, al llegar a la parte del Padrenuestro que se refleja en el versículo de hoy nos damos cuenta de que somos débiles pecadores que, en cualquier momento de descuido podemos caer al ser tentados y terminar de nuevo practicando el mal. La palabra que se usa en el original, pirasmós, puede referirse tanto a “tentación” como a “prueba”, por eso otras versiones de la Biblia traducen: “Cuando vengan las pruebas, no permitas que ellas nos aparten de ti” (Luc. 11:4, TLA). En otras palabras: la oración del verdadero cristiano debe incluir una súplica al Padre para que nos salve de las tentaciones y las pruebas de la vida, de tal manera que podamos permanecer fieles al Señor. El mayor temor del cristiano debe ser caer en algo que nos aparte de Cristo.
Esta petición reconoce que debemos mantenernos vigilantes, acudiendo a Dios en busca de poder. Sabemos que las pruebas vendrán; sabemos que las tentaciones llegarán, porque el tentador es astuto; y sabemos que unas y otras pueden comprometer nuestra fe. Por ello, cada día, conscientes de estas realidades de la vida, hemos de pedir a Dios en oración que nos ayude. No hemos de enfrentar las tentaciones y las pruebas por medio de algún plan personal o apoyándonos en nuestras propias fuerzas, sino asegurándonos de estar aferrados a Dios. El que ora esta porción del Padrenuestro le está diciendo al Señor: “Nunca me retires tu gracia, nunca me niegues tus fuerzas, no permitas que me llegue una carga más grande de lo que puedo llevar, porque soy débil”.
Orar pidiendo a Dios que nos ayude en las pruebas y las tentaciones y nos libre del mal, implica que no salgamos nosotros mismos a buscar tentaciones y pruebas, que no estemos en lugares donde el mal nos pueda alcanzar, y que cuidemos de no relacionarnos con personas que pueden traer la tentación a nuestra vida.
Elena de White escribió: “Los que no quieren ser víctimas de los ardides de Satanás deben custodiar cuidadosamente las avenidas del alma; deben abstenerse de leer, ver u oír todo lo que sugiera pensamientos impuros” (Patriarcas y profetas, p. 492).
El mal no es algo con lo que debemos jugar; la tentación no es algo que deberíamos querer ver cerca; las pruebas de la vida, para que no nos aparten de Dios, necesitan ser encaradas con fe.