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El libro de los Salmos es una preciosa colección de cantos espirituales que representan muy bien la comprensión de Dios que tuvieron sus autores. Muchos de esos salmos escritos por el rey David, un hombre que amaba al Señor, son invaluables como fuentes para conocer a Dios. Por eso haremos bien en leerlos habitualmente, para empaparnos de los retratos divinos que se encuentran en ellos.
“Porque así eres tú”, dice el versículo de hoy, y eso es precisamente lo que queremos: saber cómo es Dios.
Uno de los retratos de Dios que nos presentan los salmos lo muestran como alguien capaz de guiarnos por el mejor camino. Ese “mejor camino” aparece traducido en otras versiones de la Biblia como “sendas/senderos de justicia” (RV60, RV95, RVA-2015, LBLA, JBS, NBLA, NBV, NVI); “caminos rectos” (DHH, BLP); “buenos caminos” (PDT); “sendas/caminos correctos” (NTV, RVC). Así como un pastor (la metáfora que viene desarrollando el Salmo 23) tiene como función guiar a sus ovejas, así Dios tiene como una de sus funciones guiarnos por esta vida terrenal al verdadero hogar, que es la patria celestial. Así como hablar de ovejas sin pastor es hablar de ovejas perdidas y en constante peligro, así un ser humano sin Dios vive descarriado, perdido, sin norte. Porque “el Señor dirige los pasos del hombre” (Sal. 37:23).
Mira tu vida, y pregúntate: ¿No necesito, acaso, de alguien que me guíe por el mejor camino, que es el camino de la justicia? ¿No necesito a alguien que me ayude a no perderme, a no sucumbir ante tantas tentaciones y peligros que me rodean? ¿No necesito, acaso, que Dios me guíe al Reino de los cielos? La respuesta sincera del creyente es “sí” a todas estas preguntas, porque “todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios” (Rom. 8:14). Por eso, como David el salmista, oramos: “Señor, muéstrame tus caminos, enséñame tus sendas, encamíname en tu verdad y enséñame” (Sal. 25:4, 5).
“Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Prov. 3:5, 6). Porque Dios es tu pastor. Míralo así, y nunca olvides que él está ahí para guiarte. Y lo más importante es que lo hace porque te ama. Dio su vida por ti, y seguirá a tu lado con paciencia y amor todos los días hasta el fin del mundo. ¡Amén!