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DIOS CONOCE TU CORAZÓN

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“Jesús les dijo: ‘Ustedes son los que se hacen pasar por justos delante de la gente, pero Dios conoce sus corazones; pues lo que los hombres tienen por más elevado, Dios lo aborrece’” (Lucas 16:15, DHH).

Los fariseos no sacaban buena nota en la clase de sinceridad que impartía el Maestro, por eso les dio la amonestación del texto de hoy. Gracias a estas palabras que Jesús vio necesario dirigir a quienes, creyendo ser religiosos, eran apenas legalistas, es que podemos ver un retrato de Dios que marca la diferencia: él se fija en nuestro corazón. 

En su interacción con los fariseos, Jesús intentó hacerles saber la hipocresía en la que habían caído, y cómo esta los alejaba de la vivencia del evangelio. Sí, aparentaban ser religiosos, pero solo “para ser vistos de los hombres” (Mat. 23:5). Exhibían una religiosidad que interiormente no tenían. Jesús, que conoce los corazones, sabía que sus motivaciones eran contrarias a la verdadera religión, y así lo denunció. Nosotros hoy podemos sumergirnos en esos textos para asegurarnos de vivir una fe coherente, de motivaciones puras, y someter a Dios toda fachada que nos veamos tentados a ponernos para impresionar. 

Dios no se queda en la fachada, llega hasta el interior. Esto nos ayuda a entender por qué en ocasiones escoge, para realizar una labor, a alguien que a nosotros nos parece “poca cosa”. Y es que nosotros solo vemos fachadas, pero desconocemos la vida espiritual del hermano que se sienta a nuestro lado en la iglesia. Una ocasión más para recordar que no somos Dios; que nuestros criterios no siempre son correctos; que cuando juzgamos, estamos cometiendo un error, porque no vemos lo que no vemos. Por eso debemos acudir a Dios por discernimiento. Porque “el Señor escudriña el corazón de todos y entiende toda intención de los pensamientos. Si tú lo buscas, lo hallarás” (1 Crón. 28:9). 

Libérate de la hipocresía. No tiene sentido tratar de engañar a Dios; él sabe qué estás pensando. Pídele ayuda para ser libre de andar presumiendo ante la gente para recibir reconocimiento. Pídele ayuda para dejar de deslumbrarte ante cualquiera que impresiona. El único que sabe quién es quién es Dios, y si alguien tiene algún don, es porque Dios se lo dio. 

¿Qué nos queda? Ser sinceros, primero con Dios, luego con los demás. Nadie dijo que fuera fácil, pero la otra opción es vivir siendo fachadas, sabiendo que a Dios ni le impresionan ni lo engañan. Entonces, ¿para qué?

 

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