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Estas palabras fueron pronunciadas por el rey Salomón como parte de una solicitud que le hizo a su amigo y aliado Hiram, el rey de Tiro, para conseguir madera con la que construir el Templo de Jehová y trabajadores de la más alta capacidad para asegurar la belleza del futuro edificio. Salomón quería hacerle una morada a Dios, y como entendía perfectamente bien lo grande que es el Señor, quiso que todo el proyecto se correspondiera con esa grandeza. Una de las maneras de hacerlo era utilizando los materiales más nobles y de mayor belleza que estuvieran a su alcance, y poniendo los mejores talentos humanos al servicio de Dios. Dime, ¿es grande Dios para ti? ¿Intentas desarrollar los talentos que él te dio para ponerlos al servicio de su grandeza? ¿Refleja tu manera de pensar, de hablar y de vivir el hecho de que sirves a un Dios grande?
La “grandeza” está asociada a varios conceptos: 1) majestad y poder, 2) dignidad y excelencia, 3) extensión, tamaño y magnitud, 4) elevación de espíritu y 5) a excelencia moral.6 Cuando hablamos de Dios, por lo tanto, estamos hablando del ser con el más alto grado de majestad y poder (el Rey de reyes); con una dignidad incomparable; cuyos dominios se extienden más allá de este mundo (al universo entero); de naturaleza profundamente espiritual (el dador de la fe); con el carácter más elevado y la pura excelencia moral.
Mirando esta lista de características no es difícil llegar a la conclusión de que este adjetivo calificativo, “grande”, no es aplicable a un ser humano. En cambio, encaja a la perfección con Dios, con quien él es en esencia, con todo lo que hace y la forma en que lo hace, y con lo que tiene. Realmente el único grande es nuestro Dios. Las personas podremos tener momentos de grandeza en algún aspecto, pero en otros todo lo contrario; estamos totalmente descompensados.
Que nuestro concepto de la grandeza de Dios sea un filtro que permee toda nuestra vida. Que nuestras decisiones, nuestros pensamientos, nuestras palabras y hechos, así como nuestra adoración, reflejen siempre que servimos a Dios, el único que es verdaderamente grande. Siguiendo el ejemplo de Salomón con la edificación del Templo, propongámonos que lo que edifiquemos nosotros sea para honra y gloria del gran Dios.