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En la cuarta bienaventuranza, Dios nos está mostrando cuál es la causa primera de todos nuestros problemas individuales y sociales. Y también nos provee la solución.
Tener hambre y sed de algo es ver eso como esencial para la vida, como aquello que se necesita y sin lo cual no se puede seguir añadiendo todo lo demás. El hambre y la sed están en la base de la pirámide de necesidades humanas, y sin esas dos necesidades suplidas no se puede seguir ascendiendo en la pirámide. Dios nos dice aquí que eso esencial y básico, esa necesidad que todos tenemos y que se encuentra a la base de todas las necesidades, es la justicia.
Estas palabras tan sencillas (hambre y sed) son impresionantes en significado y alcance. Es Dios quien nos dice aquí que la razón por la que el mundo está en esta condición es porque las naciones, los gobiernos, las instituciones, las empresas, los grupos religiosos, deportivos, comunitarios y de cualquier otra índole, no tienen hambre y sed de justicia. Esto significa que no sienten necesidad de Dios en sus vidas. A partir de ahí, el resultado es la depravación y el descontrol.
La misma ausencia de hambre y sed de justicia explica el problema principal de cada ser humano en particular. Jesús nos dice que el inconveniente no es que nos falta éxito, dinero, poder, bienes, estatus, o títulos; el problema es que no sentimos la necesidad de ser justos delante de Dios. Y la persona a quien no le importa agradar a Dios se encamina hacia la autodestrucción.
Hambre y sed de justicia es el anhelo de quien, primero que todo, quiere tener a Dios en su vida, agradarle, ser guiado por él y servirlo. Pero también es la necesidad profunda de esa persona por liberarse del pecado, que lo separa de Dios, que lo domina y esclaviza, y que quiere llevarlo cada vez más lejos del verdadero alimento y de la verdadera Fuente de agua de vida.
Dios nos está diciendo que la verdadera religión no es un adorno que se busca después de que todo lo demás se ha conseguido, sino que, por el contrario, es el fundamento para que todo lo demás tenga sentido y propósito. Las palabras de Jesús “separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5) nos ayudan a practicar esta bienaventuranza.
Dios promete saciar a todos los que sientan hambre y sed de justicia, porque Dios sabe que cuando esta necesidad quede saciada en nosotros, todo lo demás vendrá por añadidura.