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El Sermón del Monte aborda un aspecto muy importante de la fe cristiana: la hipocresía. La hipocresía nos lleva a tratar de aparentar lo que sabemos que no somos, o a hacer cosas que son buenas en sí mismas, pero que, al hacerlas con intenciones deleznables, tienen un efecto terrible en el corazón. Debemos admitir que la práctica de la justicia, en muchos casos, se ha manejado como un negocio de bondad calculada. Lo vemos tanto en la Biblia como en las culturas religiosas de hoy.
Nuestro Dios no puede negociar con la hipocresía, pues él es la verdad y el epítome de la autenticidad. Siendo como es omnisapiente y omnisciente, puede leer nuestros pensamientos, conocer nuestras intenciones y saber lo que vamos a hacer mucho antes incluso de que lo hayamos pensado. La única manera de acercarnos a Dios es tal como somos. Y una vez en relación estrecha con él, nos anima a practicar la justicia, aunque implique a veces ser objeto de persecuciones, injurias, calumnias y mentiras. Practicamos la justicia no para tratar de promovernos a nosotros mismos o para crearnos una imagen conveniente, sino porque amamos al Dios que es justo.
Es fácil aparentar piedad dando limosnas o ayudando al necesitado. El propio Jesús dijo que aun los religiosos que realizan estos actos hipócritas pueden conseguir que los alaben y les den reconocimientos públicos (a veces sugeridos por ellos mismos). La advertencia que nos da Jesús para que no seamos hipócritas no se basa en la idea de no ser descubiertos por los demás en nuestra hipocresía, sino en que Dios todo lo sabe y lo ve, por lo que no nos dará la recompensa que tiene para los justos porque sabe que, en realidad, no somos justos, solo aparentamos serlo. La única recompensa que recibe la hipocresía religiosa es la alabanza de las personas que son fácilmente engañadas porque les falta una relación con el Dios que da el discernimiento.
La fe cristiana se vive estando conscientes en todo momento de la presencia de Dios. Así, la hipocresía no tendrá espacio en lo que hacemos o decimos. Dios no quiere que exhibas “bondad”, sino que discretamente te escondas en él. Esa discreción puede pasar desapercibida para ojos humanos que no saben entender lo que tienen delante, pero “tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público” (Mat. 6:3, 4).
Destierra de tu vida la hipocresía, con la ayuda de Dios.