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Cuando hago el listado de los beneficios que recibo de parte de Dios, nada supera para mí el regalo de la gracia. De todas las cosas que escucho o leo acerca de lo que Dios hace por los seres humanos, nada me resulta más emocionante e increíble que el hecho de que nos salva sin merecerlo. La razón por la que me gusta tanto la gracia es porque constantemente soy consciente de que vivimos en un mundo donde nada es gratis, donde solo recibimos aquello por lo que pagamos, y solo cosechamos aquello que sembramos. Así que, es asombroso saber que Dios paga nuestras deudas por el pecado y nos regala, sin merecerlo, la salvación.
Hace unos días, mientras revisaba algunos libros, me encontré con un pensamiento escrito por el Dr. Justo González que me parece adecuado referir aquí: “Dios no nos acepta porque hagamos algo, o porque pensemos algo, ni siquiera porque creamos algo. Dios nos acepta solo por gracia, porque en su sorprendente amor, Dios ha decidido aceptarnos”. Me gusta esta declaración porque muchas veces nos creemos la gran cosa por haber llegado a acumular cierto nivel de conocimiento; o nos peleamos entre nosotros y con los que no son de nosotros por nuestras creencias, mientras se nos olvida que, en realidad, no sabemos nada y ni siquiera creemos nada correctamente. A lo sumo vemos oscuramente, y en el mejor de los casos, nuestras creencias están afectadas por nuestros prejuicios. Lo único que hay que comprender es que Dios nos acepta como somos, simplemente porque él quiere hacerlo y porque sabe que no hay un solo requisito que pudiéramos cumplir. ¡Ese es el gran don divino! La única parte humana consiste en
aceptar, por fe, la dádiva divina, sabiendo que la fe no es la causa de nuestra salvación, sino apenas el medio. La causa es única y exclusivamente la gracia divina: el gran don de Dios.
Saber que Dios nos salva por gracia no solo nos da una idea de su inmensurable amor, sino que además nos recuerda nuestra incapacidad de satisfacer los requerimientos de la justicia divina. La gracia no solo nos salva de la condenación del pecado, sino también del orgullo, que es el peor de todos nuestros pecados. La gracia nos dice que este día es único porque Dios está ahí, aun trabajando por nosotros y en nosotros, y porque nos sigue perdonando y dándonos nuevas oportunidades. Gracias, Señor, por la gracia; definitivamente, es tu mejor regalo.