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DIOS NOS GUÍA A LA VERDAD

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“Cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad, […] porque tomará de lo mío y os lo hará saber” (Juan 16:13, 14).

“Nadie conoce las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”, leemos en 1 Corintios 2:11 (RVC). Qué bendición saber que Dios se ha comprometido a enviarnos al Espíritu para que nos guíe a la verdad. Ningún ser humano puede llegar a conocer las cosas de Dios a menos que sea guiado por el Espíritu Santo. 

Estar seguros de haber encontrado la verdad es muy importante; y siendo que no podemos llegar a ella por nosotros, sino solo por medio del Espíritu Santo, hemos de acudir a Dios en oración para pedirle que derrame su Espíritu sobre nuestro entendimiento. Eso no significa que no usemos nuestra capacidad de investigar, para buscar la información, razonar, para entender esa información, y ejercitar la fe para hacer algo con lo que vamos entendiendo. Lo que Dios promete es que nos “guiará a toda la verdad”, pero no nos promete que hará la parte humana: mostrar interés y abrir la Biblia para leerla por uno mismo. 

La razón debe aplicarse al estudio concienzudo de la Palabra de Dios, pero cuando Dios nos guía a donde está la verdad, se trata de la verdad tal y como es en Cristo. El Espíritu es el que nos explica el significado de la obra de Cristo para nuestra vida, y el que nos lleva a profundizar en las enseñanzas bíblicas. En ningún momento la razón humana determina lo que es la verdad; la verdad viene determinada por la Biblia y explicada a nuestra mente por el Espíritu de Dios, si es que la escudriñamos. 

Dios nos ayuda en el proceso de conocer la verdad si nos acercamos a su Palabra, reconociendo que la autoridad de la Biblia está por encima de nuestro razonamiento. ¿Cómo nos ayuda? Por medio de su Espíritu Santo, el mismo que inspiró a los santos hombres que Dios usó para escribir su Palabra. Por eso, debemos ser humildes y tener fe, para confiarnos al ministerio del Espíritu Santo de llevarnos a la verdad. Sin el Espíritu, no sabremos ni creeremos nada como conviene. Porque la mente humana llena de orgullo termina torciendo las Escrituras e interpretándolas de acuerdo con sus conveniencias personales. Ese no es el plan de Dios para nosotros. 

Reconozcamos la bendición que tenemos al contar con un Dios que personalmente se asegura de guiarnos a la verdad, y hagamos nuestra parte: ir a ella cada día para vivirla en oración.

 

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