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DIOS NOS TRANSFORMA

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“Nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).

Necesitamos ser transformados para que “andemos en vida nueva” (Rom. 6:4), y Dios tiene un plan para que sea una realidad. El texto de hoy nos dice cómo logrará Dios obrar esa transformación en nosotros: “Por la acción del Espíritu del Señor”. Por eso, en Gálatas 5:19 el apóstol Pablo nos dice: “Dejen que el Espíritu Santo los guíe en la vida” (NTV). 

 Si lo dejamos, el Espíritu Santo comenzará a obrar en nuestra vida para lograr una transformación, cuya meta es que seamos lo más parecido a Cristo que podamos llegar a ser. Jesús es nuestro modelo y maestro, y nosotros debemos convertirnos en sus imitadores y discípulos. Aquí es donde la obra del Espíritu resulta vital. ¿Te has comprometido ya a mirar en forma atenta la vida, las enseñanzas y el ejemplo de Jesús, para que cada vez te parezcas más a él? En ese proceso, con perseverancia y de la mano del Espíritu, se va produciendo una transformación creciente, hasta que se van viendo en tu carácter los rasgos de carácter de Jesús, que son el fruto del Espíritu: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”. Porque “los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gál. 5:22-24). 

 

¡No hay otra forma en que seres humanos pecadores y débiles como nosotros podamos ser transformados en cristianos y santos! Así fueron transformados los discípulos y los apóstoles con los que Jesús estableció la iglesia. Ellos tuvieron el privilegio de estar con Jesús físicamente: andaban con él, comían, hablaban, trabajaban, oraban con él, lloraron con él, descansaron y se recrearon con él, aprendieron de él y guardaron sus enseñanzas. Y aunque su experiencia de transformación fue gradual, cuando analizamos cómo eran antes de esos años de formación espiritual y cómo llegaron a ser en Cristo, la diferencia solo se explica por la relación que tuvieron con Jesús. 

La experiencia de esos hombres no fue un paréntesis que Dios hizo en la historia humana, sino un ejemplo viviente de lo que él quiere y puede hacer contigo. La condición para que seas transformado a su imagen es que llegues a ser uno con Cristo por medio de una contemplación sistemática y personal de su vida. Dios tiene el poder y tiene el plan para hacerlo, ¿y tú?

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