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DIOS NOS DARÁ LA VIDA ETERNA

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“Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos” (Salmo 116:15).

En Salmo 116:15, el salmista expresa que Dios estima, es decir, aprecia y valora la muerte de sus santos. Esto es extraño para nosotros, porque la muerte no es algo que nos produzca sentimientos de valoración o aprecio; todo lo contrario: la llegada de la muerte trae aparejada tristeza, llanto, desconsuelo, y un sentimiento de pérdida irreparable. Nadie estima, nadie concede un valor positivo, nadie aprecia la muerte de un ser querido. Nadie humano. Pero como vemos en la Biblia, el Ser divino sí estima la muerte de sus santos. ¿Por qué? 

En primer lugar, porque se trata de “sus santos”. Esta expresión no se refiere a seres humanos perfectos, sino a personas comunes y corrientes que amaron tanto a Dios que intentaron servirlo y honrarlo con sus vidas. Cuando se trata de personas que, aunque falibles, vivieron con fe en Cristo, Dios valora su muerte como algo positivo porque sabe que para ellos el morir es ganancia (ver Fil. 1:21). En el caso de las personas que han vivido alejadas de Cristo, la Biblia expresa que Dios no quiere la muerte del impío (Eze. 33:11), porque al morir separados de Dios, mueren para siempre. Pensando en esto, viene a mi memoria el caso de una mujer que lloraba desconsoladamente tras la muerte de su esposo, diciendo que lo que más dolor le producía era pensar en que él había mencionado su interés de entregarle su vida a Dios, pero nunca lo había hecho. Ahora, entre sollozos, ella temía que él hubiera muerto para siempre. 

En segundo lugar, Dios estima la muerte de sus santos, porque en aquel día de su segunda venida, “el Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tes. 4:16). Y hasta que ese día llegue, los muertos en Cristo permanecerán sellados durmiendo el sueño de la muerte, sin sufrir. 

Dios es el único padre que, cuando se muere uno de sus hijos, lo valora como triunfo, porque sabe que la muerte no podrá arrebatárselo para siempre. Por esta razón, “muchos de los cristianos perseguidos durante los primeros siglos, iban al martirio repitiendo este versículo, animados por su mensaje”. Ojalá que, cuando nos toque morir, Dios sienta gozo porque somos uno de sus santos, y nosotros nos sintamos animados por este mensaje.

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