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Cada año, y cada vez más, vemos y escuchamos noticias de miles y miles de personas que se ven obligadas a buscar refugio fuera de sus países por problemas generados por fenómenos naturales, conflictos bélicos o persecuciones a causa de fanatismos ideológicos. A esas personas, precisamente, las llamamos “refugiados”. Estos seres humanos buscan un lugar que les sirva de refugio y protección para iniciar una nueva vida. ¿Y tú? ¿Buscas un refugio? “El eterno Dios es tu refugio” (Deut. 33:27).
El salmista nos regala un retrato de nuestro Dios que nos recuerda que él es el más seguro refugio para todos aquellos que lo aman. Nuestro glorioso Dios es un refugio que nunca se derrumba. Escondidos en él, veremos pasar la tormenta arrolladora, pero nosotros descansaremos tranquilos en su seguridad; protegidos por él, seremos testigos de los dardos del enemigo, pero viviremos confiados en el escudo que nos ofrece la fe. Es refugiado en Dios como “no temeremos, aunque la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazón del mar” (Sal. 46:2). Y solamente parapetados en él podemos soportar los embates de las pruebas, las tragedias y las tentaciones con las cuales el enemigo nos rodea.
Dios es nuestro mejor refugio, porque él pasó por cada una de las pruebas que hoy nos agobian a nosotros, ¡¡¡y las venció!!! Dios es nuestro mejor refugio, porque él enfrentó al enemigo que nos asedia, ¡¡¡y lo derrotó en la Cruz!!! Él es el perfecto refugio porque ofrece salvación a todos los que se acercan a él.
Seguramente, en el lugar donde tú vives puedes averiguar acerca de la existencia de refugios que han sido creados para casos de emergencia. Esos refugios no pueden protegernos de todos los peligros ni pueden darnos una seguridad permanente, porque solo sirven para experiencias puntuales. A diferencia de ellos, nuestro Dios es un seguro refugio en toda ocasión de necesidad. Y tener un lugar donde refugiarnos en caso de necesidad es sumamente importante. ¿Por qué? Porque las tormentas, físicas y metafóricas, siempre serán una posibilidad en nuestra vida, y son muchos los que lo han perdido todo por no refugiarse a tiempo.
¡Cuánto más importante es tener un refugio espiritual para enfrentar al león rugiente que busca devorarnos!
Hoy es un buen día para asegurarnos de que Jehová sea nuestro refugio y el de nuestra familia. ¿Dirás tú al Señor: “¡Refugio mío y castillo mío, mi Dios en quien confío!”? (ver Sal. 91:2, RVA-2015). Así sea.