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En el texto de hoy, nuestro Dios aparece retratado como el gran conquistador. Él es el más grande de todos los vencedores, porque él vino a este mundo, que estaba dominado y condenado por las fuerzas del mal, y en este mismo terreno enfrentó a esos poderes y los venció. “Para esto” vino: para echar por tierra todo lo que el enemigo ha hecho.
¿Te has fijado en la trascendencia de este mensaje? Juan nos está diciendo que cuando hablamos de Satanás, estamos hablando de un personaje que ya ha sido derrotado. Su reino del mal ya fue vencido por Cristo en la Cruz, y ya se consumó la sentencia de su desaparición para siempre. También el apóstol Pablo nos informa abiertamente de que Cristo “despojó a los principados y a las autoridades y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Col. 2:15).
No podemos hablar al mismo tiempo de un Dios victorioso y de un diablo que no ha sido derrotado. La Biblia insiste en la victoria ya consumada de Cristo sobre estos poderes (ver Mat. 12:25-29; Luc. 10:18; Juan 12:32) y Juan nos dice en el texto de hoy que una parte vital de la misión que Cristo vino a cumplir con su venida a este mundo fue precisamente concretar esta victoria.
La principal razón por la que Dios quiere que sepamos esto es para que tengamos confianza en que, gracias a esa victoria de Cristo sobre los poderes del mal, si estamos con él, nosotros también seremos vencedores. Esto quiere decir que Satanás no puede ejercer ningún poder en nuestra vida si se la hemos entregado a Cristo, el vencedor, porque dondequiera que está Cristo, Satanás sale huyendo como lo que es: un derrotado.
El llamado a ir a Cristo no es un llamado a pelear individualmente contra Satanás y los poderes del mal, puesto que contra esos poderes ya peleó Cristo y los venció. Esas son precisamente las buenas nuevas del evangelio: ¡Hay victoria en Cristo Jesús! El llamado es a estar con Cristo, a permanecer en él, para que un día podamos disfrutar eternamente de la victoria que ganó por y para nosotros, viviendo con él en un mundo renovado, donde el mal ya no podrá tocarnos.
El cristianismo no es una religión de personas que luchan contra Satanás, sino de personas que luchan para no despegarse de Cristo, quien ya venció a Satanás. ¿No te parece un motivo para dar gracias al Señor?