Regresar

UN DIOS DE AMOR, JUSTICIA Y GOZO

Play/Pause Stop
“Antes, el ayuno que me agrada es este: Desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas opresivas, dejar libres a los quebrantados, que rompas todo yugo” (Isaías 58:6).

El pueblo de Israel había tergiversado la bendición espiritual del ayuno. Su idea de ayunar era mostrarse lo más afligidos posible, con la cabeza decaída, tumbados sobre una cama hecha de saco y con el cuerpo rociado en ceniza, para dar a entender que estaban haciendo un gran sacrificio. Según ellos, ese sufrimiento autoinfligido garantizaba que el Señor los escucharía. Como puede verse, la idea de qué espiritualidad es sinónimo de sufrimiento, aflicción y tristeza no es nueva. Hace mucho que existe en la cultura religiosa el concepto de que Dios se alegra de ver a sus hijos sufrir. Pero esto no es bíblico. Humildad es una cosa; autoflagelo es otra. 

Muchos venimos de trasfondos religiosos donde se enseña que, para agradar a Dios, hay que hacer penitencias. Quienes creen así son incapaces de disfrutar la vida en Cristo y, peor aún, no pueden soportar ver a otros disfrutándola. Llegan a comparaciones peligrosas y a críticas destructivas, a la casa del otro, la ropa del otro, el trabajo del otro, el vehículo del otro, por no poder entender que alguien con bendiciones materiales puede ciertamente amar a Dios. 

El Señor dejó en claro que una religión que se basa en sacrificios externos que generan “contiendas y debates”, que “hieren con el puño”, no le agrada (lee Isa. 58:4, 5). Con una actitud así, nuestra voz no será “oída en lo alto” (vers. 4). Después, Dios explicó en qué consiste lo que él considera un ayuno agradable: “Desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas opresivas, dejar libres a los quebrantados, que rompas todo yugo” (Isa. 58:6). En resumidas cuentas: vivir con tal humildad tu religión ante Dios, que comprendas que se trata de amar al prójimo. ¡Ese es el concepto bíblico del ayuno! ¡Esa es la manera en que debemos practicar la religión! 

El propósito del ayuno no es impresionar a Dios ni forzarlo a escucharnos. Dios no actúa presionado por lo que hacemos, sino movido por su amor y misericordia. El verdadero ayuno debe llevarnos a sentir la necesidad de purificar nuestros motivos para que nuestra vida sea reformada. No es cuestión de comida o bebida, sino de paz con Dios y justicia en el Espíritu Santo. Nuestro Dios disfruta viendo a sus hijos alegres, felices y saludables, mientras se alejan de la impiedad, aman al prójimo y lo sirven. 

Matutina para Android