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Dios desea que nuestra decisión de seguirlo sea para siempre, y nos anima a pasar de ser seguidores circunstanciales a discípulos comprometidos. “Pero el que persevere hasta el fin, ese será salvo” (Mat. 24:13), dice. Y Dios mismo es perseverante. Lo vemos en el hecho de que ha mantenido con nosotros su pacto, renovándolo una y otra vez por sentirse comprometido con nuestra salvación y no estar dispuesto a abandonar. Leemos en Jeremías 32:40: “Sellaré con ellos un pacto eterno, que no dejaré de hacerles bien”. Dios no desiste: Dios persevera.
En las promesas bíblicas es fácil detectar esta cualidad divina. Por ejemplo, en Mateo 28:20 dice: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (DHH). Y a Josué Dios le dijo: “No tengas miedo ni te desanimes, porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas” (1:9, DHH). Como puede observarse, estas promesas no tienen fecha de vencimiento. Así es el Dios que tenemos, y que nos anima a tomar conciencia de lo que significa seguirlo, soportando todo lo que intente disuadirnos. En realidad, Dios ve como una insensatez que alguien intente seguirlo sin calcular lo que eso implica.
La falta de perseverancia en los hijos de Dios trae descrédito para la iglesia y para el nombre del Señor. Cuando los incrédulos ven a un cristiano que no persevera en su fe, lo critican, y desprecian en su mente la idea de unirse al pueblo de Dios, siendo que los que están en él no perseveran, sino que abandonan. Al animarnos a ser perseverantes, Dios nos está advirtiendo que enfrentaremos circunstancias desalentadoras que nos tentarán a apartarnos de la decisión de seguirlo. Dios quiere que entendamos que la relación con él no debe depender de cómo amanezca el día ni de tenerlo todo a nuestro favor. La realidad es que en este mundo los seguidores de Cristo no son mayoría y no deberíamos esperar que las cosas se acomoden para que podamos vivir nuestra experiencia cristiana sin dificultades.
Las promesas de triunfo final son para los que perseveran en Cristo. “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apoc. 2:10). “Dichoso el que permanece firme durante la prueba, porque cuando la supera, recibe la corona de la vida que Dios ha prometido a los que lo aman” (Sant. 1:12, NBV). “Si perseveramos, también reinaremos con él” (2 Tim. 2:12, RVA-2015). ¡Entonces, a perseverar!