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El apóstol Pedro muestra en el texto de hoy que, cuando Dios nos llama, no solo es para que estemos con él, sino para que lleguemos a ser como él. Así que, la fe cristiana es, en esencia, un llamado de Dios a personas que viven una vida de pecado, para que pasen a vivir una vida de santidad mediante la transformación que él puede realizar en su interior.
Ya es mucha misericordia que un Dios santo nos llame siendo nosotros pecadores, pero sería una presunción pensar que a ese Dios santo no le importa que, al venir a él, sigamos viviendo conforme a los deseos que teníamos cuando estábamos en nuestra ignorancia.
Para lograr una vida de santidad debemos enfocarnos en Cristo, porque él es el único santo, es decir, el único perfecto y libre de culpa. Él es el único espiritualmente completo, y, por tanto, nuestro modelo en cuanto a la santidad a la que hemos sido llamados. Eso es lo que nos está diciendo Pedro: “Antes, como aquel que los llamó es santo, sean también ustedes santos en toda su conducta”. Dios quiere que nos fijemos en Cristo, en su espiritualidad, en su relación con el Padre, en su vida devocional; en fin, en todos los aspectos que produjeron la vida más extraordinaria que haya sido vivida en este mundo.
Dios quiere que meditemos en la importancia que la oración tenía en la vida de Cristo y en el tiempo que dedicaba a esta práctica, a pesar de su vida llena de cuidados. También deberíamos notar cómo la Palabra de Dios brotaba espontáneamente de sus labios, en una muestra inequívoca de que la conocía, la estudiaba, la memorizaba y meditaba en ella. ¿Cómo va tu vida devocional? ¿Dedicas tiempo diario a conocer las Sagradas Escrituras? ¿Crees posible vivir una vida santa sin saber, por la revelación divina, en qué consiste esa santidad?
La santidad de Cristo es el ideal que se coloca delante de nosotros con este retrato de nuestro Dios. No se trata de cuán conformes estamos nosotros con nuestra experiencia espiritual (porque no hemos sido llamados a ser santos a nuestra manera); se trata de cuán satisfecho está Dios de esa experiencia, porque hemos sido llamados a ser santos, como lo es Aquel que nos llamó.
El llamado a la santidad es un llamado a mantenernos unidos a Cristo, sometidos a él en todo.