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UN DIOS DE ORACIÓN

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“Muy temprano de mañana, aún oscuro, Jesús se levantó, fue a un lugar solitario y se puso a orar” (Marcos 1:35).

El texto de hoy nos presenta un hermoso retrato de la vida de oración de Jesús y nos deja ver algunas cuestiones que podemos tomar en cuenta respecto a nuestra vida de oración. 

 

En primer lugar, puede verse que Jesús era deliberado en buscar un tiempo diario y a solas para la oración. Se levantaba muy de mañana, siendo aún muy oscuro, es decir, él oraba antes del amanecer, antes de emprender cualquiera de los quehaceres de su rutina diaria. Es razonable pensar que Jesús reservaba esta parte de su día porque se daba cuenta de que, cuando amaneciera, su activo ministerio no le daría muchas oportunidades de tener este tipo de encuentros a solas con el Padre. 

Tal vez la lección más importante que podemos aprender aquí es que debemos ubicar nuestros momentos de oración en ese tiempo del día en que mejor convenga a nuestro estilo de vida, y no necesariamente insistir en que Jesús nos enseñó a orar a determinada hora. 

 

Jesús también procuraba un lugar especial para orar. Un lugar desierto, en la naturaleza, donde estuviera a solas con su Padre. Obviamente, lo importante para nosotros no es que busquemos un lugar desierto o en la naturaleza, sino que dispongamos de algún rincón en nuestra casa donde nos guste encontrarnos con Dios con atención y presencia plenas, sin distracciones. De esa manera, los momentos de oración se convierten en una especie de cita especial con alguien especial. 

 

También deberíamos ver en el texto de hoy que, en el caso de Jesús, “su humanidad hacía que la oración fuera una necesidad y un privilegio” (El camino a Cristo, p. 93). Las palabras “levantándose”, “allí oraba”, denotan hábito y necesidad. No solo era apartar un tiempo, no solo era encontrar un lugar, es que él se levantaba y aprovechaba ese tiempo y ese lugar para hacer lo que más necesitaba: orar. Cuando lleguemos a ver la oración como un privilegio y una necesidad, aparecerán también el tiempo y el lugar. 

 

Creo que Dios retrató en su Palabra la vida de oración de su Hijo para que sepamos que estos son principios que él quiere ver en nuestra práctica de la fe. Si la persona más ocupada y con la más elevada responsabilidad que ha vivido en este mundo hizo tiempo, buscó un lugar y sintió la necesidad de orar cada madrugada, ¡cuánto más nosotros debemos hacer lo mismo!

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