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John Jones necesitaba viajar de Nueva York a Boston, por lo que, fue al aeropuerto y allí mismo compró un boleto. Como le sobraba tiempo, se dirigió a una báscula para ver su peso. Se subió, introdujo una moneda y recibió un papel: “Su nombre es John Jones, pesa 85 kilos y va a tomar el avión de las 2:20 horas a Boston”. ¡No podía creerlo: toda esa información era correcta! Pensó que se trataba de algún truco, así que se bajó de la báscula, se subió de nuevo e introdujo otra moneda. Recibió otro papel, que decía: “Usted se sigue llamando John Jones, sigue pesando 85 kilos y todavía tomará el avión de las 2:20 horas a Boston”. Decidió entonces engañar a la báscula o a la persona responsable de aquella situación. Se puso más ropa sobre la que tenía puesta, se subió a la báscula una vez más, introdujo una moneda y obtuvo la nueva respuesta: “Usted se sigue llamando John Jones, sigue pesando 85 kilos, pero acaba de perder el vuelo que salió a Boston a las 2:20 horas”.
Esta simpática anécdota nos habla de una seria realidad: muchas personas han “perdido su vuelo” por desperdiciar el tiempo en trivialidades. Cuando se trata de cuestiones tan serias como nuestra salud, nuestras responsabilidades y, sobre todo, nuestra salvación, hay quien “pierde el vuelo” por prestar atención a factores intrascendentes que los distraen de la meta. Pues bien, Jesús se retrata hoy para nosotros haciéndonos saber que está a la puerta de nuestra vida, llamando y esperando que escuchemos su voz y abramos, para que él pueda entrar y bendecirnos.
Nuestra decisión de aceptarlo tiene un tiempo, un momento, una oportunidad; no porque Dios se vaya de la puerta, sino porque nosotros no siempre estaremos del otro lado para poder abrir.
A Cristo le gustaba asociar la idea de la salvación al concepto del ahora, el día de hoy. Lo vemos diciendo a Zaqueo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Luc. 19:9, DHH), y al paralítico: “Levántate, toma tu camilla y anda” (Juan 5:8). Jesús enfatizaba el actuar de Dios en el momento, y, por lo tanto, desafiaba a recibirlo en el momento también. Si hoy oyes su voz, no endurezcas tu corazón (lee Heb. 3:15).
Por favor, toma ahora mismo ese “avión” que es tu decisión por Cristo. No vayas a perderlo por prestar atención a cosas banales.