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Aun cuando Jesús hizo la declaración del versículo de hoy para dar a entender que moriría crucificado, podemos encontrar en ella un retrato que nunca debiéramos perder de vista: él nos atrae hacia sí. “Eso no significa que todos vendrán a él, y que todos los habitantes del mundo entero serán salvos, sino que todos los que vengan a él lo harán debido al poder y la atracción de la cruz”. “En millares de vidas, la cruz ha demostrado tener una atracción mayor que todas las fascinaciones del mundo. [...] Con el paso de los siglos, el magnetismo de la cruz no ha disminuido en lo más mínimo. Todavía es el poder y la sabiduría de Dios para ganar almas para Cristo”.
Necesitamos reconocer que el atractivo más grande que tiene la iglesia no somos nosotros, no es la música, no son las diversas actividades, no es la estructura, no son las doctrinas, no es el programa de culto, no son quienes dirigen… ¡es Cristo Jesús! Dios admite sin ambages que él, y solo él crucificado (como predicaba el apóstol Pablo), es quien nos atrae. Para ello, por supuesto, tenemos que dedicar tiempo a conocerlo y acercarnos a él. Si así lo hacemos, seremos inevitablemente atraídos.
Dios nos invita a dedicar tiempo, a conocerlo por medio de la contemplación de su carácter. Lo que hace que una persona decida ofrecer su vida en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, es tener un encuentro personal con Cristo. Tan necesario como fue la crucifixión, lo es también que la persona de Cristo sea levantada hoy ante nuestros ojos, de tal manera que seamos transformados por el efecto de esa contemplación. Una vez transformados, ya no haremos nada por intentar agradar a otros con ideas, programas o actividades espectaculares, sino que lo haremos todo para la honra y la gloria de Dios.
Para crecer en la vida espiritual, Dios nos ha dado la única clave que funciona: tener un encuentro personal con él. Es poco lo que puede pasar en el interior de alguien que, aun cuando dedique toda su vida a la religión, no conoce personalmente a Dios. ¿Ha sido Cristo levantado ante tus ojos? ¿Puedes decir que lo conoces personalmente? ¿Lo contemplas cada día? ¿Te resulta imposible resistir la manera en que te atrae hacia sí?