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Dios ama a todos los seres humanos y obra ininterrumpidamente para salvarlos, pero no va a obligar a uno solo a recibir su oferta, ni tampoco usará su poder para vengarse porque no lo acepten o lo traicionen. Ahora bien, Jesús también dejó en claro que rechazarlo tiene consecuencias serias y negativas, y que Dios ha establecido un día en el cual las cuentas serán ajustadas. Por eso comparó la actitud de algunas ciudades de su tiempo con la que habían asumido otras de la antigüedad, cuyo final fue épicamente trágico, y aseguró que en los casos de su tiempo el resultado sería aún peor. ¿Por qué peor? Porque tendrían mayor luz, tras haber pasado por ellas el mismo Jesús haciendo milagros y enseñando, y los discípulos predicando. Tener más luz, si la rechazamos, lejos de ser una ventaja, es una gran desventaja: peor será el castigo.
Lo que esto nos muestra de Dios es muy importante. Aun cuando Dios se asegura de que llegue a nosotros la luz del evangelio, respeta nuestra libertad, lo cual no significa que deje de ser justo. Debemos reconocer que somos libres para escoger la forma en que queremos vivir, pero no para escoger los resultados. Si alguien pudiera vivir ignorando a Dios y al final obtener los beneficios que Dios tiene para sus hijos que lo aman, entonces esa persona habría logrado burlarse de Dios, pero “Dios no puede ser burlado” (Gál. 6:7). Cada uno cosechará exactamente lo que sembró.
Por eso Dios no puede ser neutral cuando se trata de buscar al ser humano y de avisarle de la oferta de salvación que él tiene y de las consecuencias de aceptarla o rechazarla. Así como Dios desautorizó a sus discípulos a pedir fuego del cielo sobre los samaritanos, también aseguró que los de Corazín, los de Betsaida y los de Capernaúm tendrían un final peor que el de Sodoma y Gomorra, ciudades que fueron literalmente quemadas.
Dios obra incansablemente en ti. Cada día trata de llamar tu atención, de animarte a tomar en serio tu relación con él y tu vida espiritual. Te perdona, te da nuevas oportunidades y te ofrece su poder para vencer en su nombre. No permitas que la luz que derrama sobre ti sea en vano. No rechaces sus esfuerzos por salvarte. Que tu respuesta a su invitación no sea de rechazo, sino de aceptación para vida eterna.