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Sin Punto Ciego

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«El Señor conoce a los que le pertenecen, y todos los que invocan el nombre del Señor han de apartarse de la maldad» (2 Tim. 2:19).

El 24 de noviembre de 2009, Tareq y Michaele Salahi, un matrimonio estadounidense, asistieron a una cena en la Casa Blanca en honor al primer ministro de la India, Manmohan Singh. Como cualquier invitado, Tareq y Michaele tuvieron que pasar varios puntos de seguridad: la identificación con fotografía a la entrada del complejo presidencial; el detector de metales para ingresar al edificio; la corroboración de sus nombres estaban en la lista de invitados, antes de pasar al salón; y una guardia del servicio secreto. Finalmente, accedieron a Obama, a quien saludaron con un apretón de manos, Hasta aquí, todo normal, ¿cierto? Solo en apariencia. En realidad, todo anormal.

¿Anormal por qué? Porque ni Tareq ni Michaele habían sido invitados al evento. Personas que ni tan siquiera debieran haber podido superar el primer punto de seguridad de la residencia oficial más importante del mundo, acabaron dando la mano al presidente, charlando con el vicepresidente y bebiendo con personalidades políticas y celebridades, ¡delante de las cámaras! No me extraña que el escándalo en la prensa al día siguiente fuera tan grande como fue. El suceso resultó en investigaciones legales sobre el nivel de seguridad en la Casa Blanca.

¿Cómo lo consiguieron Tareq y Michaele Salahi? Según los portavoces de la Casa Blanca, porque encajaban en el perfil de los invitados: vestimenta, raza, manera de hablar... aparentaban lo que debían aparentar.* Esto puso en evidencia que existe un «punto ciego cultural», por así llamarlo, que hace juzgar las cosas mal y dar cabida a quien no la tiene, a la vez que impide la entrada a quien tiene todo el derecho a pasar (aunque pueda parecer lo contrario).

Así son las cosas en este mundo complicado. Acceder al líder de un país es prácticamente imposible a no ser que formes parte de un círculo reducido de privilegiados. Nada que ver con cómo funcionan las cosas en el reino de Dios. Él mantiene una política de puertas abiertas con la humanidad que, aunque no es digna de estar en su presencia, es hecha digna por medio de Cristo. Su invitación es para todos, incluidas las personas que me caen mal o me han hecho daño. Esto, mi «punto ciego cultural» no lo acepta nada bien. Pero Dios, que no tiene «punto ciego cultural» , sabe que todos tenemos necesidad de él; y no para ocasiones especiales, sino siempre. Gracias, mi Presidente.

«El prejuicio es el hijo de la ignorancia». William Hazlitt.

* https://en.wikipedia.org/wiki/2009 U.S. state dinner_security_breaches [consultado en abril de 2023].

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