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Tamara, una mujer que se acostó con su exsuegro haciéndose pasar por prostituta-para quedar embarazada de él. (ver Génesis 39). Rahab, no se hizo pasar por prostituta, sino que era prostituta (ver Josué 2). Rut, aunque no tenía manchas de tipo sexual en su historial, era moabita, una mujer pagana (con quienes los israelitas tenían prohibido casarse). Betsabé, la adúltera (ver 2 Samuel 11); mantuvo relaciones sexuales con un rey mientras estaba casada con un simple soldado. ¿Se puede saber qué hacen estas cuatro mujeres en la genealogía de Jesús? ¿Y se puede saber por qué el evangelista las menciona (dejando de mencionar a otras como Sara, la madre de la promesa), cuando las genealogías bíblicas se limitan a mencionar a los patriarcas?
Sin duda, para los lectores originales de Mateo, esta lista de los antepasados de Jesucristo era escandalosa. No podemos menos que preguntarnos cuál era la intención del escritor bíblico al incluir a estas cuatro mujeres en el relato. Dos posibles explicaciones* nos ayudan a darle sentido.
Número uno: las cuatro están ahí por causa de la quinta. Si te fijas bien en la narración bíblica, María, la madre de Jesús, es la quinta y última antepasada de Jesús que menciona Mateo en su lista genealógica. María se quedó embarazada de soltera, y tal vez por esa razón Mateo quería desterrar del razonamiento de su audiencia todo argumento que llevara a la conclusión de que tan dudosa concepción imposibilitaba a Jesús para ser el Mesías. Si cuatro mujeres de dudosa reputación pudieron ser antepasadas de reyes de Israel de la línea de David, de la cual nacería el Mesías, entonces también María podía ser la madre del Mesías, el Rey de reyes. Este era el objetivo de Mateo: convencer a sus lectores de que Jesús era el Mesías.
Número dos: el evangelio debía predicarse a los gentiles, y tres de estas cuatro mujeres eran gentiles, mientras que la cuarta estuvo casada con un gentil (Urías el hitita). Si los gentiles podían ser antepasados de Jesús, también podían ser sus discípulos.
Dios actúa a través de personas de carne y hueso. ¿Quién es el ser humano para poner límites al obrar divino?
* Ed Dickerson, Para esta hora has llegado (Doral, Florida: IADPA, 2018), cap. 1.