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Que el original hebreo no contenga el vocablo «amigo» no significa que el Antiguo Testamento no presente el concepto «amistad», ¡ya lo creo que lo presenta! Lo vimos, en parte, ayer; hoy, hablaremos de una amistad que ha pasado a la historia, y de la cual podemos extraer principios para nosotras. Me refiero a la amistad entre David y Jonatán.
Leemos en 1 Samuel 18: 3 que «hizo Jonatán un pacto con David, porque lo amaba como a sí mismo» (1 Sam. 18: 3). Eso es una amiga: alguien que te ama tanto como para hacer un «pacto» contigo. La imagen es clara: la amistad es un amor totalmente comprometido.
En 1 Samuel 19: 1 dice: «Habló Saúl a Jonatán, su hijo, y a todos sus siervos, para que mataran a David; pero Jonatán amaba mucho a David, y le avisó». Eso es la amistad: preocuparse por el bienestar de la otra persona hasta el punto de correr riesgos por ayudarla. Una amiga sale de su zona de confort para evitarte un problema, o el más mínimo sufrimiento, porque no concibe que sufras si ella lo puede evitar. Por ti, elegirá ser valiente antes que estar cómoda; hacer lo correcto antes que lo divertido, fácil o rápido; y poner en práctica sus valores, no solo hablar de ellos. Por eso, «con la dulzura de la amistad se vuelve a la vida» (Prov. 27: 9, TLA); porque una amiga, con una frase, con un voto de confianza, con su mera presencia, con un aviso a tiempo, te eleva por encima de esas circunstancias que parecen tirar de ti hacia abajo.
Samuel 19: 4 narra: «Jonatán habló bien de David a su padre» , aun sabiendo que su padre odiaba a David. La amistad es así: no te escondes | por el hecho de que a tu amiga le haya salido un enemigo. Permaneces fiel y enfrentas lo que venga, con la valentía que da el amor. Una amiga percibe como su deber moral interceder por ti.
Dice 2 Samuel 1: 26: «¡Cómo lloro por ti, Jonatán, hermano mío! ¡Oh, cuánto te amaba!» (NTV). Hemos visto cómo Jonatán amaba a David; y ahora, en este otro pasaje, vemos que también David amaba a Jonatán; y es que la verdadera amistad es recíproca.
Amor, reciprocidad, compromiso, dulzura, intercesión, valentía... Por eso hacer una amiga es abrir una puerta hacia la felicidad.
«La puerta de la felicidad se abre hacia fuera». Kierkegaard.