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Hablábamos ayer de la importancia de aceptarnos los unos a los otros, tal como gen y semejanza. Pero la Biblia no solo dice que debemos aceptarnos (Rom. 15: 7), sino que va mucho más allá: «Yo [Jesús] les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo. [...] Porque si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio recibirán? [...] Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los paganos se portan así» (Mat. 5: 44-47). Ser cristiana es un nivel más elevado que ser pagana, y, por lo tanto, requiere una visión muy superior de la vida, de la conducta y de las relaciones interpersonales.
Se cuenta que un rey tenía envidia del sabio del reino. A pesar de su poder y de que todos le rendían pleitesía, no podía soportar que la gente admirara más al sabio que a él. Un día, urdió un plan: organizaría una cena a la cual invitaría al sabio y, al finalizar, lo llamaría al centro del salón y le preguntaría: «¿Cuándo vas a morir?» . Si decía cualquier otra cosa que no fuera «hoy», el rey sacaría su espada y lo mataría. Los presentes sabrían así que el sabio no era tan sabio. Sin embargo, la respuesta del sabio fue: «Moriré un día antes que usted».
El rey quedó en silencio al darse cuenta de que se había equivocado; ahora, su odio era aún mayor.
Pensando que tal vez le ocurriría algo trágico al sabio de camino a casa, el rey le pidió que pasara la noche en palacio. «Será un honor», aceptó el sabio. Por la mañana, el rey le pidió que asistiera al consejo, y el sabio aceptó, y lo ayudó a tomar mejores decisiones que las que solía tomar. Así se estableció una rutina diaria de pasar tiempo juntos y conversar sobre los asuntos de la corte. Pasados los meses y los años, el rey llegó a considerar a aquel hombre, a quien antes odiaba, como su mejor amigo. Confiaba más en él que en ninguna otra persona.*
Eso pasa a veces cuando conocemos mejor a los demás. Acércate, pues, a ellos; al conocerlos más de cerca, quizás entiendas sus porqués. Pero antes de dar ese paso, da el paso previo: acércate a Dios. Así es como todo tiene sentido.
* Jorge Bucay, Cuentos para pensar (México, D. F.: Océano, 2009), pp. 33-39.