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El Privilegio De Ser Una Familia Alternativa

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«Permanezca el amor fraternal» (Heb. 13:1, RV95).

Por increíble que nos pueda parecer, existe en Japón una industria de alquiler de familias. Se puede alquilar por horas a una persona para que haga las funciones de padre, madre, cónyuge, hermano o amigo. La soledad se ha convertido en un problema social tan grande en ese país que resulta posible contratar los servicios de un familiar o amigo de alquiler.

¿Para qué se paga por este servicio? Para hablar abiertamente de cosas que uno no se atreve a contarle a nadie del entorno por miedo a ser juzgado; para tener unos padres ideales el día de la boda en caso de que los propios no quieran asistir o no den la talla; para que un hijo sea aceptado en una institución educativa donde se evita aceptar a niños de familias monoparentales... En algunos casos, la relación, en primera instancia profesional, se transforma en algo personal, y se mantiene el contacto de ahí en adelante. Tal vez no sea una familia ideal, pero sí funcional.

Esta peculiaridad de la sociedad japonesa tiene mucho que ver con lo que hablábamos ayer: el ser humano necesita sentir la presencia, el apoyo, la familiaridad, la ayuda y la cercanía de otros seres humanos. Si contratar los servicios de alguien puede, de alguna manera, satisfacer esta necesidad interior, imagínate lo que sucede cuando contamos realmente con el cariño, el compañerismo, la ayuda, el consuelo y el apoyo de hermanos y hermanas en Cristo que sienten compasión por el ser humano que sufre y van en su búsqueda para llevarle consuelo. Responder a este llamado es algo que está en nuestra mano hacer, y hacerlo gratuitamente, así como hemos recibido de gracia la salvación.

¿Qué hacemos con el privilegio de poder convertirnos en familia de Dios para alguien? Es un privilegio a nuestro alcance que solo requiere dos cosas:

1. ser conscientes de que mucha gente sufre, no solo de soledad, sino de todo tipo de dolor físico, espiritual y existencial, y nos necesita para que su dolor sea más llevadero y para tener esperanza; y

2. pedir a Dios la sabiduría y el poder necesarios para convertirnos para otros en esa familia que Jesús nos llama a ser, porque sabe que lo necesitamos. Es una decisión que nos toca tomar.

«Me sostengo con el amor de mi familia».
Maya Angelou.

* Aunque esta realidad social japonesa está documentada en muchas y variadas fuentes desde el año 2020, resulta de especial interés la entrevista al director de una de esas empresas en https://www.youtube.com/ watch?v=UEhYMirs7fk [consultado en 2021].

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