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La ciencia del perdón es algo en que los investigadores vienen profundizando desde comienzos del siglo XXI. Cada vez son más las investigaciones que relacionan de manera clara el perdón con la salud cardíaca. Por ejemplo, en 2001, Charlotte Witvliet publicó un estudio llevado a cabo con 71 participantes, a los que se les pidió que recordaran una ofensa recibida en el pasado. Después, debían imaginar dos escenarios: primero, uno en el que no perdonaban la ofensa; segundo, uno en que habían perdonado por completo al ofensor. Estos participantes estaban conectados a un equipo de monitoreo que medía su ritmo cardíaco, su presión sanguínea y su tensión muscular.
Cuando imaginaban no haber perdonado, los investigadores constataron que aumentaban el ritmo cardíaco, la presión sanguínea y la tensión muscular; mientras que después, al imaginar que habían perdonado, todos los valores volvían a la normalidad, haciéndose la calma en su interior. A veces pensamos que perdonar es solo vital para lo externo, es decir, para las relaciones interpersonales; pero también lo es para lo interno, para nuestra salud mental, espiritual y física. Perdonar es el corazón de la salud del corazón.
De hecho, perdonar es el «corazón mismo del Padrenuestro, que está en el corazón mismo del Sermón del Monte, que es el corazón mismo de cómo entendemos a Jesús».*
«Perdónanos el mal que hemos hecho, así como nosotros hemos perdonado a los que nos han hecho mal» (Mat. 6: 12), oró Jesús. ¿Y el amor? Tal vez te estés preguntando. ¿No es el amor la esencia del evangelio? ¡Claro! Pero ¿es posible amar sin perdonar? ¿No es acaso el perdón de una madre, de una pareja, de una amiga, cuando los hemos ofendido, lo que nos abre los ojos al hecho de que esa persona nos ama de verdad? Ese perdón nos enseña qué es realmente el amor, y nos devuelve la esperanza, para que los latidos de nuestro corazón recobren el ritmo de la paz, la ilusión, la confianza... Por eso leemos en Proverbios 17: 9 que «el que perdona la ofensa cultiva el amor» (NVI).
¿Quiero decir con esto que hemos de perdonar por un motivo tan egoísta como estar sanos? No. Gozar de una mejor salud física es un efecto secundario del perdón; pero la razón primera para perdonar es nuestra comprensión, como mujeres cristianas, de la importancia que el evangelio concede al perdón. De eso, hablaremos mañana.
* Mark McMinn, The Science of Virtue (Grand Rapids, Michigan: Brazos Press, 2017), p. 45.