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Como hijas de Dios, tenemos influencia, incluso cuando nuestra reputación no está en sus mejores momentos, Dios desea utilizarnos para que influyamos sobre otros, pero si no entendemos el tipo de influencia al que somos llamadas, no la ejerceremos de la manera ni por las razones correctas. Me gusta una de las definiciones que el Diccionario de la lengua española da a la labra «influir»: «Dicho de una persona: ejercer fuerza moral». Aunque la palabra "influir" apenas aparece en la Biblia, el concepto sí aparece, y tiene mucho que ver con esta definición del diccionario. Un pasaje que nos sirve de referencia es Filipenses 2: 14-16: «Lleven una vida limpia e inocente, como corresponde a hijos de Dios, y brillen como luces radiantes en un mundo lleno de gente perversa y corrupta. Aférrense a la palabra de vida» (Fil. 2: 15-16, NTV).
Por supuesto que hay muchas maneras de brillar (de ejercer fuerza moral), pero solo una desde el punto de vista bíblico: «Llevar una vida limpia e inocente». La clave para lograrlo es que nosotras mismas nos rodeemos de esa influencia, que es Cristo, aferrándonos a su «palabra de vida» para que transforme nuestro corazón. Solo el cambio de nuestro corazón hará de nosotras una influencia que transforme.
Este tipo de influencia es muy diferente al que ejerce, por ejemplo, una celebridad (un rico, un poderoso, un ejecutivo...).
Las celebridades contratan a quien vele por su imagen; las luces que brillan para Dios mueren cada día al yo y no dan mucha importancia a su propia imagen sino a la de Cristo.
Las celebridades usan a las personas para que sirvan a su autoridad; las luces radiantes brillan para Dios usan su autoridad para servir a las personas.
Las celebridades usan su influencia para impresionar a quienes son alguien en la sociedad; los que brillan para Dios, la usan para empoderar a los que la sociedad tilda de "don nadie".
Las celebridades construyen su propio reino; las estrellas que brillan para Cristo construyen el reno de Dios.
Jesús fue una luz resplandeciente que nunca se comportó como una celebridad. Para seguir sus huellas, debemos permitirle erradicar de nuestro corazón el orgullo, la ambición, la hipocresía, y el deseo de agradar a los demás antes que a Dios.
William L. Ford III, Created for Influence (Minneapolis: Chosen, 2014), pp. 47-48.