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En 1979, el psicólogo polaco Henri Tajfel comentó que «el ser humano tiene una tendencia innata a categorizarse en grupos excluyentes, construyendo parte de su identidad sobre la base de su pertenencia a ese grupo y forzando fronteras excluyentes con otros grupos ajenos al suyo». La razón de esto es la autoestima que derivamos de una identificación exclusiva. De modo que, una forma de aumentar mi autoestima, es decir, por ejemplo: «España es el mejor país del mundo»; y como soy española, me siento mejor (superior). Con esta visión, dividimos el mundo en «nosotros»contra «ellos», al categorizar a las personas que vamos conociendo. Las que no pertenecen a «nuestro» grupo tienen que tener características negativas (y si no las tienen las inventamos) para que podamos discriminarlas y así vernos positivamente a nosotros mismos. Esta es la base del prejuicio y la discriminación.*
En la historia vemos que este fenómeno siempre ha existido. En épocas tribales tenía sentido, pues las tribus debían protegerse de amenazas externas para sobrevivir, pero en épocas posteriores no era cuestión de supervivencia, sino de prejuicios. Hasta que apareció en escena el hombre que no entiende de prejuicios, que no pertenece a ningún «grupo» porque ama a la humanidad al completo. Jesús no tenía la tendencia de ver el mundo en términos de «nosotros» contra «ellos», sino de «que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti» (Juan 17: 21, RV95).
Lamentablemente, sus discípulos tuvieron que sufrir las consecuencias del prejuicio cuando recibieron la categorización de «cristianos», que pervive hasta hoy. Pero los cristianos no se salvaron de la tendencia; ellos devolvieron a los que no pertenecían a su grupo la etiqueta de «paganos». Esta palabra y otra parecida, «mundanos», sigue viva dos mil años después; pero ¿de verdad necesitamos usarla? ¿Nos hace falta sentirnos superiores a quienes no son de nuestra fe? ¿Tiene sentido ver el mundo en términos de cristianos/mundanos, occidentales/orientales, izquierdas/derechas, por poner tres ejemplos?
Creo que es hora de superar esa tendencia. Seres humanos: eso es lo que todos somos. Y amar a Dios sobre todas las cosas es la argamasa que nos permite amar al prójimo como a uno mismo.
«Nuestra verdadera nacionalidad es la humanidad». H. G. Wells
*H. Tajfel y J. C. Turner, «An Integrative Theory of Intergroup Conflict», The Social Psychology of Intergroup Relations (1979), pp. 33, 47.