Regresar

Mi Mensaje

Play/Pause Stop
«El Señor detesta los malos pensamientos, pero se alegra con las palabras amables» (Prov. 15: 26, PDT).

Hace años, estaba en Corea del Sur visitando a una amiga que iba a casarse. El día después de la boda, ella y su esposo salían de luna de miel y yo tenía que regresar a Seúl para volar a Miami. Hasta aquel momento en que me vi sola en una cultura tan ajena, ni me había detenido a pensar en la enorme barrera que puede ser el idioma.

Allí estaba yo, sola ante el peligro. El primer peligro era un autobús sin número (bueno, tenía uno, pero en coreano). El segundo peligro era asegurarme de que el conductor del autobús hiciera una parada en el aeropuerto, para que yo pudiera bajarme y allí pedir un taxi al hotel. Aunque todo parecía estar en orden (porque mis amigos literalmente me dejaron en el asiento), pasé el trayecto levantándome cada cinco minutos para pedirle al conductor que me avisara al llegar al aeropuerto. ¡Como si yo no fuera a reconocer un aeropuerto! ¡Y como si él entendiera una sola palabra mía, ni en español ni en inglés! Nunca antes me había sentido tan perdida, tan impotente, tan incapaz...

En aquellas tres larguísimas horas comencé a plantearme seriamente cómo utilizo las palabras con las personas que sí me entienden. Siendo que tengo tan inmenso potencial a mi disposición como es el lenguaje, ¿qué tipo de mensajes transmito cuando hablo y cuando escribo? ¿Pongo mis palabras al servicio del chisme o de la verdad? ¿Las utilizo para distorsionar realidades o para darles sentido? ¿Defiendo o acuso a otros con lo que digo (o cuando decido quedarme callada)? ¿Someto mi vocabulario a la censura de una conciencia en sintonía con el evangelio?

Y lo que es más esencial: ¿Hay coherencia entre el mensaje que doy con mis palabras y el que doy con mi vida? Al fin y al cabo, como decía Gandhi, «mi vida es mi mensaje». Y sí, tal vez haya quien no pueda comprender una explicación, por larga que sea, pero con seguridad podrá comprender una mirada, una sonrisa, una actitud dispuesta a ayudar, una mano tendida... Tal vez esos símbolos no funcionen para saber cuál es el autobús que va al aeropuerto, pero sí funcionan para conectar con quienes van en los otros asientos.

Un idioma no es más que una serie de símbolos que solo significan algo para quienes lo hablan, pero un gesto de cortesía, cercanía y buena voluntad, es una herramienta más potente, porque es universal.

«Quien no comprende una mirada, tampoco entenderá una larga explicación». Proverbio árabe.

Matutina para Android