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Veamos hoy tres principios bíblicos más para lograr vivir de tal manera que no construyamos muros.
7. «En las muchas palabras no falta el pecado; el que es prudente refrena sus labios» (Prov. 10:19, RVC). La Biblia es bastante incisiva en recordarnos la importancia de ser prudentes, porque «la sabiduría habita con la prudencia» (Prov. 8:12). Seamos prudentes. No digamos palabras hirientes, aunque sean verdad. Según un estudio de la Universidad de Chicago, mucha gente hace comentarios hirientes porque consideran que, si son sinceros, no es inmoral hacerlos. Como «la sinceridad es buena y mentir es malo» justifican decir verdades que duelen porque ven la sinceridad como un valor superior; pero después no se dan a la tarea de averiguar cuán profundo fue el daño que sintió la otra persona. El otro, por su parte, sintió esas heridas verbales como razones para alejarse. La directora del estudio, Emma Levine, recomienda: «Antes de decir algo que puede herir, pregúntate si tú querrías que te lo dijeran».* De lo contrario no es sinceridad, es sincericidio (es decir, una sinceridad excesiva y sin límites que resulta hiriente para la persona que recibe el mensaje).**
8. «Si tu hermano te hace algo malo, habla con él a solas y hazle reconocer su falta. Si te hace caso, ya has ganado a tu hermano» (Mat. 18: 15). Si no te hace caso y valoras llamar a otra persona, hazlo, pero con el objetivo de lograr la reconciliación. Sé discreta en la resolución de conflictos. Tener buenas relaciones no significa no tener conflictos; significa no llegar a la ruptura por causa de ellos. Como dice Levítico 19: 17: «No abrigues en tu corazón odio contra tu hermano. Reprende a tu prójimo cuando debas reprenderlo»; con discreción, con cariño, intentando no destruir la hermandad en Cristo.
9. «Amaos unos a otros; como yo os he amado» (Juan 13: 34, BLP). Este es el mandamiento de Jesús; ¡qué gran pecado sería desobedecerlo! ¿Y qué es amar? En palabras de Tomás de Aquino: «Amar a alguien es desear su bien». Ese amor no siempre es recíproco, pero es la esencia de la religión. «Si no tengo amor, no soy nada» (1 Cor. 13: 2), escribió Pablo, causante de muertes entre las filas de los primeros cristianos antes de su conversión. Ellos respondieron bendiciendo a quien los persiguió (ver Romanos 12: 14), mostrando un amor que viene de lo alto. Fruto de esa experiencia, Pablo pudo orar con conocimiento de causa: «Que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas» (Efe. 3: 17). Yo oro la misma oración por ti.
«Antes de decir algo que puede herir, pregúntate si tú querrías que te lo dijeran». Emma Levine.
* «I'm just being honest», Psychology Today, octubre de 2021, p. 6.
** Definición de «sincericidio» según la web nuevamentepsicologos.com