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Hace veinte minutos estaba viendo un partido de tenis. El tenista español Rafael Haada jugaba contra alguien (se dice el pecado, pero no el pecador) que iba ganando el primer set con mucha ventaja. Entonces, Nadal lanza una pelota que toca la red y cae del otro lado, favoreciéndole a Nadal la suerte; el contrincante pierde el control. Comienza a gritar, rompe la raqueta, increpa al público, recibe una amonestación del árbitro y pierde el set por la pérdida de dominio propio.
Me vinieron a la mente ocasiones en que la emoción me ganó la partida; que dije algo de lo que me arrepiento por haberme faltado ese don del Espíritu llamado dominio propio. Tener un carácter equilibrado, dominar la lengua y el cuerpo, es tan importante; y tenemos a un Dios que nos ayuda a lograrlo.
Hace un tiempo, leí un ensayo titulado «Diez cosas que las personas emocionalmente inteligentes no hacen».* Son las siguientes: 1. No asumen que lo que sienten en una situación es la realidad o condiciona cómo acabará. Las emociones solo son respuestas al momento, y son pasajeras. 2. Su base emocional no es lo externo, no fluctúa por la conducta de otros, sino que tiene una raíz profunda. 3. No asumen estar siguiendo un camino de cara a la felicidad, sino que se abren a las realidades de la vida y aprenden cada día. 4. No creen que tener miedo sea señal de que ese no es el camino a seguir. Cuando sienten miedo, avanzan con valentía. 5. No se quedan estancados en una ilusión de felicidad, sino que sienten gozo cuando procesan lo difícil de la existencia. 6. No permiten que la cultura les diga cómo pensar, sino que reflexionan en sus propias creencias. 7. Reconocen que la impecabilidad no es inteligencia emocional, de hecho, ni siquiera es una meta realista. 8. Saben que una emoción complicada no es el fin del mundo. 9. No se hacen amigos íntimos de cualquiera; dan tiempo para saber de qué está hecha la otra persona. 10. No confunden una emoción negativa con una vida negativa. Seguir estas diez pautas sería de gran ayuda para el desarrollo del dominio propio.
«Esfuérzate por añadir a tu fe, virtud; a tu virtud, entendimiento; al entendimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia, devoción a Dios; a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor» (2 Ped. 1:5-7).
Y, además de esforzarte, acude a Dios en busca de fuerza y poder espirituales.
«Más que el cociente intelectual, la habilidad para controlar las emociones determinará nuestro éxito y felicidad». John Gottman.
* Brianna Wiest, 101 essays that will change the way you think (Nueva York: Thought Catalog Books, 2017), Pp. 21-24.