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De acuerdo con diversas investigaciones, un 63% de los hombres afirman estar satisfechos con su vida; por su parte, las mujeres, solo en un 47% están contentas con su experiencia vital. Es decir, hay aproximadamente un 53% de mujeres que se sienten insatisfechas en la vida y así lo manifiestan. Como ves, más de la mitad de las mujeres del mundo (cristianas y no cristianas) tienen una percepción negativa de su propia existencia. ¿Estás tú entre ese 53%?
Parece que debemos aprender algo de los hombres: a disfrutar más de la vida y a percibirla positivamente (quejándonos menos, centrándonos menos en lo que nos falta). ¿Por qué se produce esto y qué podemos hacer para superarlo? Según la psicóloga chilena Pilar Sordo, "las mayores causas de infelicidad femenina son el mal manejo de los cambios personales e intentar parecer felices sin hacerse cargo de las emociones".* El cambio y las emociones son nuestros enemigos a batir.
¿Por qué nos cuesta aceptar los cambios? Básicamente porque traen con ellos una sensación de pérdida de control. Pero ¿sabes qué? La sensación de control es en sí misma un engaño. No tenemos control sobre lo que sucede a nuestro alrededor (sobre la enfermedad, la economía, las reacciones de los demás...) y eso genera miedo, una emoción tremendamente dañina si no logramos evitar que escale y se convierta en preocupación constante. Porque, como dice la Biblia, «la preocupación agobia a la persona» (Prov. 12: 25, NTV).
Las emociones, por otra parte, sí son algo que cae bajo nuestro control, si es que queremos y decidimos hacernos cargo de ellas en vez de centrarnos en aparentar que estamos bien cuando en realidad no es así. Llevémoslas a Dios en oración, para que nos ayude.
Cambios, emociones... están íntimamente relacionados, ¿ves? Ser conscientes de la falta de control que tenemos sobre los cambios de la vida debería llevarnos a algo que es vital: tener más fe en Dios. Esa fe es lo que nos permitirá avanzar. Ser conscientes del gozo que nos roba aparentar estar bien cuando no es así, debería llevarnos a conocernos mejor a nosotras mismas para aprender a cuidar las emociones y disfrutar más de la vida.
«Si vemos el cambio como un problema, no avanzaremos. Si lo consideramos un aprendizaje, saldremos más sabios». Mónica García.
Pilar Sordo, No quiero envejecer (México D. F.: Océano, 2017), pp. 69-70.