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La Mirada Amiga

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«Nosotros ya no pensamos de nadie según los criterios de este mundo» (2 Cor. 5:16).

La manera en que Jesús vivió habla claro: aceptación sin discriminaciones, visión de posibilidades donde parecía no haberlas, trato sin acepción de personas, amistad desinteresada para todos. A diferentes niveles de profundidad, eso es cierto, pero abiertamente para todos. Jesús valoraba a cada persona en función de la dignidad que le otorgaba ser hija de Dios. Jesús vio la imagen de Dios en todos, por eso trató a todo el mundo de esa forma que pudiera invitarlos a acercarse más a Dios en vez de hundirse más en el pecado.

La manera en que el ser humano vive y siempre ha vivido no habla menos claro, aunque apunta en otra dirección. En todas las épocas (incluida la nuestra) la tendencia cultural ha sido el rechazo, por parte de unos grupos, hacia las personas que forman otros grupos. Incluso ciertas leyes parecían basarse en un «no nos gusta esa persona, quítenla de nuestra vista». Los intocables (leprosos, enfermos de sida, prostitutas, drogadictos, ladrones, extranjeros...) cambian según la época, pero el mal es el mismo y endémico: la discriminación.

Sí, es cierto, hoy las leyes son mucho menos discriminatorias que en tiempos pasados, pero seguimos albergando discriminación hacia aquella persona que percibimos como no «normal», sea lo que sea que «normal» significa para cada quien. El problema con esta actitud es que nos impide algo fundamental para todo cristiano: ver al otro como hijo de Dios y, por tanto, hermano. Igual a mí, en origen y derechos. Qué importante desarrollar esa mirada, que solo Dios nos puede enseñar.

Escribió Pablo: «Cristo murió por todos, [...] por eso, nosotros ya no pensamos de nadie según los criterios de este mundo; y aunque antes pensábamos de Cristo según tales criterios, ahora ya no pensamos así de él. Por lo tanto, el que está unido a Cristo es una nueva persona» (2 Cor. 5: 15-17).

¿Estás unida a Cristo? Entonces se notará en que eres una nueva persona, que ya no piensas de nadie según los criterios de este mundo, sino conforme a esa mirada de amor y amistad que Jesús nos enseñó a tener. Esa será una clara muestra de que eres una mujer virtuosa.

En todas las épocas hacen falta personas parecidas a Jesús, que vivan de tal modo que sean una inspiración a no discriminar. En esta época, puedes ser tú.

«Cristo no admitió distinción alguna de nacionalidad, jerarquía social ni credo. Cristo vino para derribar toda valla divisoria. Vino para manifestar que su don de misericordia y amor es tan ilimitado como el aire, la luz o las lluvias que refrigeran la tierra». Elena G. de White.

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